CAPÍTULO 12: Padre complicado

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CAPÍTULO 12: Padre complicado.

Allen 

Dios mío, ni siquiera mi padre se había olvidado de ir por mi al colegio, aún con lo irresponsable que el era.

¿Puede ser que sea por qué te iba a buscar el chófer?

Bueno, esos eran detalles, Tony jamás me había dejado esperando horas.

—¿Falta mucho? Tengo sueño— murmuró refregando sus ojos.

Suspiré levemente y apreté el volante.

—No cielo, ya casi llegamos.

Alec murmuró algo que no llegué a escuchar y cerró sus ojitos.

Cuando llegamos a casa, mis dos niños ya estaban dormidos. Estaba oscuro, pero mi casa no, como de costumbre.

Cargar con dos niños, teniendo en cuenta que ya no eran simples bebés livianitos, nunca sería el fuerte de nadie, pues menos el mío. Aún así lo hice y logré entrar a casa.

—Todo un papá luchón.

Aarón llegó hasta mi, y apiadándose de mi se encargó de agarrar su mochilas.  

—¿Por qué tan tarde?

Alec se empezó a remover, todavía estaba dormido, pero era como si quisiera recordármelo.

—Bueno…

Aarón me miró fijamente, esperando una respuesta.

—¿Qué?

—¿Qué hiciste?— murmuró, mirándome con los ojos entrecerrados.

Chasqueé la lengua y lo ignoré, subiendo las escaleras, pero haciendo varias pausas.

Dios, no estoy viejo, pero mis pulmones si.

Cuando logré acostar a aquellos dos niños di media vuelta, enfrentando a mi hermano.

—Oye, si me seguiste hasta aquí mínimo podrías haberme ayudado con uno, ¿Sabes cuanto pesa cada uno?

—¿Cuánto?

—¡Mucho!

Caminé hacia las escaleras nuevamente, pero esta vez sin la necesidad de hacer pausas para respirar.

—Vamos, ¿No vas a decirme por qué le hiciste honor hoy a nuestro apellido?

Lo miré de reojo, respirando hondo y desordenado mi cabello.

—Me olvidé de ir por Alec.

—Mierda, y en su primer día.

Fruncí el ceño al ver las miradas al entrar a la cocina.

—No me culpen, ustedes no entienden… había papeles y más papeles… ¡Y yo había perdido toda la mañana haciendo nada! Y Leah se aburría y me distraía y…

—Y es una niña. Una niña en una oficina, claramente se va a aburrir. Los niños no pueden estar horas con la boca cerrada y quietitos. Para eso cómprate una estatua.  

Chasqueé la lengua, reposando mi cabeza sobre la mesa.

—No hace falta que me recuerden lo mal padre que soy, ya lo se… mierda, era su primer día, ¿Y si no quiere ir más por mi culpa?

Aarón revolvió mi cabello y lo escuché suspirar.

—No seas dramático, solo pídele disculpas. Y no lo vuelvas a hacer, por dios.

—¡Ni que lo hubiera echo a propósito!

—No actúes como un niño conmigo—murmuró.

Rodeé los ojos viendo a mis otros hermanos. Fingían seguir con lo suyo, pero estaba claro que estaban más que atentos a nuestra conversación.

Un Padre, Cinco HijosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora