Allen
Cuando bajamos las escaleras y caminamos hacia la cocina, me encontré con la imagen de mi hermano mayor, Aarón, sentado en una de las sillas.
Tragué saliva al verlo mirarme mal, sintiendo una leve presión en mi pecho. Era mi hermano.
Su mirada se suavizo al ver a la personita que tenía de la mano, quien miraba todo con suma curiosidad.
Cuando vio a Aarón, sus ojitos se entrecerraron y apretó mi mano con fuerza, dando un pasito hacia atrás.
– No pasa nada, cariño, es mi hermano – susurré con lo que creía era calma.
La tomé por debajo de las axilas y la senté en una de las sillas, frente a Aarón.
– Hola… - lo oí susurrar mientras buscaba algo para comer en la heladera. – ¿Cómo te llamas?
– Leah… - susurró mi hija.
Me di vuelta con una porción de pizza en mis manos, dejé el plato frente suyo y sonreí al verla sonreír.
– Leah, cariño, ¿Qué tal si luego de almorzar vamos al parque?
Y no faltó mucho para escucharla chillar una respuesta positiva, mientras sonreía toda bonita. Sonreí y besé su mejilla.
– Bueno, pero come.
Leah asintió, dándole un mordisco a su pizza.
Suspiré al ver como me miraba, volví mi vista hacia Leah y respiré hondo.
– ¿Qué tal si invitamos a alguien? – susurré en su dirección, moviendo mi cabeza hacia mi hermano.
Leah me miró fijamente y alzó sus cejitas, hasta que sus ojitos brillaron y asintió, aunque habló con cierta duda.
– ¿Al niño que estaba en el jardín?
Abrí y cerré la boca, sin saber que decir. Mi cuerpo entero se tensó, pero asentí, porque eran mis hijos y aunque diera miedo debía enfrentar la situación. Suspiré y acomodé su cabello detrás de su oreja.
– Ahora vengo, ¿Si? Termina de comer.
Salí por la puerta trasera y una sonrisa se creo en mi rostro al ver a mi hijo sentado en el césped, jugando con sus juguetes.
Au cabello castaño estaba todo revuelto y seguía en pijama, pero una enorme sonrisa estaba plasmada en su rostro.
– ¿Cómo esta mi niño favorito?
Alec alzó su cabeza y me sonrío, si se podía, todavía más grande. Soltó sus juguetes y corrió hacia mi. Lo tomé en brazos y besé su mejilla.
– Bien, te extrañé.
Sonreí suavemente, apretándolo contra mi pecho. No había podido prestarle la atención que debía darle el día anterior y durante la mañana tampoco.
– Papá también te extrañó mucho – susurré, volviendo a besar su mejilla. Sentía que nunca me cansaría de hacer eso. – Sabes… podríamos ir al parque hoy.
Los ojitos de mi hijo brillaron y asintió rápidamente.
– Te quiero presentar a alguien, ¿Si?
Alec frunció levemente el ceño pero igual asintió.
– Pero estoy feo…
Reí suavemente y asentí, ganándome una mala miradita de su parte.
– Mi hijo nunca podría estar feo… pero no salgas al patio en pijama, te vas a enfermar.
Alec asintió suavemente y jugó con sus manitas.
– ¿Dónde esta mami?
Me tensé ante su pregunta, pero me obligué a calmarme. Le debía respuestas, todas las que él quisiera.
– ¿No está?
¿Ya se fue?, Quise decir.
Alec negó y suspiré. ¿En serio se había ido sin despedirse de él? Había estado mal en hablarle así, lo sabía y le debía una disculpa. Ella tenia todo el derecho en querer llevarse a Alec con ella… pero yo no podía dejar que eso sucediera. Yo sabía que, aunque quisiera, ella no era buena… no, responsable quizás.
– Mamá… mamá va a estar fuera por un tiempo, ¿Si?
Alec me miró fijamente y terminó por asentir lentamente. Solté un pequeño suspiro y lo oí hacer lo mismo.
– ¿Vamos a ir al parque? – preguntó suavemente.
Le sonreí y asentí, agradeciendo internamente que hayamos dejado el tema, aunque sabía que debía hablarle sobre ella… solo no sabía como. Alec me sonrío lentamente y se abrazo a mi cuello, escondiendo su carita ahí.
– Primero vamos a cambiarnos.
Y no tardamos mucho en hacerlo. Alec eligió unos jean y un buzo azul, se puso el solito sus zapatillas y terminamos rápidamente yendo abajo, donde lo primer que escuche fueron unas risitas lejanas.
Respiré hondo mientras atravesaba la sala, intentando que dure más de lo que lo hacía. Cuando llegue a la puerta de la cocina, frené, mirando a mi hijo.
– ¿Listo?
Alec me miró extrañado y quise golpearme, ¿Cómo iba a preguntarle eso a él?.
– ¿Listo? – susurró, y aunque lo dijo como como una respuesta sonó como una pregunta.
Le sonreí y abrí la puerta, viendo como Aarón le sonreía a mi niña. Leah estaba arrodillada en la silla, con los codos sobre la mesa y viendo con cierta fascinación a Aarón.
– ¿En sero no le vamos a hacer caso a papi? – la oí hablar.
– Claro que no, nosotros comeremos todo el helado que queramos – soltó él, con vierto orgullo en su voz. –. ¿Te cuento un secreto? El tiene que hacerme caso a mi, es mi hermanito – susurró.
– ¡Yo también quero un hermanito!
Aarón sonrío más grande y yo solo negué, apretando suavemente la manito de mi hijo.
– No se comploten – murmuré. –. Leah, cariño, ven.
Leah me miró rápidamente, pero su mirada termino en el niño a mi lado. Sonrío y se bajó de la silla, dando pasitos cortitos hacia nosotros.
Me agaché a su altura y pase un brazo por su cintura, al igual que en Alec.
– Leah… el es Alec, Alec, ella es Leah.
No dije más nada, simplemente no me salía. No sabía que decir. ¿Ella es tu hermana? ¿Él es tu hermano? No sabía.
– ¡Hola! – chilló Alec, agitando suavemente su manita. Leah respondió a su saludo y le sonrío.
Respiré hondo y me levante.
– ¿Vamos al parque? – murmuré, sintiendo que el aire se atoraba en mi garganta. ¿Qué tenía que decirles? Esa pregunta no salía de mi mente.
– Pa…
– ¡A mi nadie me invito! – lo cortó Aarón, comportándose como un niño pequeño.
Rodeé los ojos y volví a respirar hondo, al verlos ahí, juntos. Era la primera vez, en años, que veía a mis dos hijos juntos.
– ¿Lo invitamos? – susurré mirándolos. Mis hijos asintieron con rapidez, sonriendo. – Entonces, Aarón, puedes venir con nosotros.
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Un Padre, Cinco Hijos
De TodoAllen Anderson es un reconocido y prestigioso empresario, acostumbrado a tener una doble vida en donde en una cuida de su hijo y en la otra a su hija. Pero un acontecimiento provoca que Allen deba abandonar ese estilo de vida, cuidando de sus dos p...