CAPITULO 7 : Me desperté.

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Allen

Luego de esa charla, el silencio hubiera reinado en el lugar, a no ser por todos los gritos que se escuchaban de los niños.

En un momento, quizás impulsado por la misma tensión, Aarón se paró y caminó hacia los niños. Yo, por supuesto, copié su acción.

Pasos antes de llegar, los dos somos testigos de como un nene que jugaba con mis hijos, termina empujando a Leah fuera del juego.

Fruncí el ceño automáticamente, porque aunque había sido un accidente, mi hija estaba en el piso y llorando.

Antes de que nosotros llegáramos, Alec se adelantó y terminó por empujar al niño. Lo había movido apenas unos pasos, y era entendible porque el niño era un poco más grande físicamente que mi hijo, y eso parecía enfurecerlo más.

No tardamos mucho en completar los pocos pasos que nos quedaban para llegar y evitar que Alec termine asesinando a alguien injustamente.

Puse una mano sobre su pecho, frenándolo y con otra acaricié su cabello.

– Tranquilo, fierecilla, que fue sin querer.

Alec me miró y de cruzó de  brazos, como si le hubiera arruinado la idea de ser un héroe con su hermanita menor.

Hermanita menor, aquello sonaba tan lindo.

– Esta bien querer defender a los demás, mi vida, pero hay que estar seguro que, cuando lo hacemos, lo hacemos con la persona correcta.

– ¿El no?

– El no.

Solté un suspiro y acaricié su mejilla, recordando que todavía tenía una nena pequeña llorando.

Di media vuelta y la tomé en brazos, haciendo que Aarón me mire mal, aún sabiendo que el jamás podría calmar a un niño solo.

– Ya pasó cariño, ah sido sin querer  - murmuré, dejando caricias en su espalda y corriendo el cabello de su cara.

– Me duele… - lloriqueó, señalando su rodilla. Tenía un pequeño raspón, estaba algo rojo, pero no era nada serio.

– Ya lo se, tesoro, pero ya va a pasar – susurré, besando su regordeta mejilla – .Volvamos a casa. – ordené.

Sostuve a mi hija con un brazo y con el otro tomé la mano de mi hijo.

El camino a casa se hizo mucho más corto de lo que quería que se hiciera, y cuando menos lo quise, Aarón volvió a hablar.

– Todo el mundo va a estar enfadado contigo.

– Ya lo están – murmuré.

– Si pero se van a enojar más cuando se den cuenta de que nos fuimos así sin más.

– Me importa una mierda – murmuro sin ganas, fijándome que mis hijos no escucharan aquello. Por suerte para mi, estaban dormidos.

Suelto un suspiro de alivio cuando el silencio se crea en el lugar.

– ¿Y qué? ¿Vamos a bajar?

Chasqueé la lengua y bajé. Primero, tomé a Alec en brazos, quien no tardó en desperezarse para volver a cerrar los ojos y abrazarse a mi cuello.

Por otro lado, Aarón me ayudo con Leah.

– Ve despacio con ella – susurré. Honestamente, no quería que se despertara en brazos de otra persona y se asustara. Aún ofendido, Aarón lo hizo.

Cuando entramos a la sala, todos se quedan en silencio. Axel estaba sofá, todo estirado y con su rostro repleto de cansancio. Yo sabía que, estar horas con Andrew y Janet no era nada grandioso.

Ignorando sus malas caras, y agradecido de que no dijeran nada, subí las escaleras, entrando a la habitación de Alec. Frustrado y esquivando juguetes, lo dejé sobre su cama, lo tape y besé su frente.

Y me quise quedar ahí, con él. Pero supuse que no podía.

Vuelvo abajo, viendo a una Leah despierta y desorientada en brazos de su tío.

Ignorando las miradas, caminé hasta ella, quien no tardó en extender sus bracitos hacia mi.

– Me desperté… – murmuró con la voz adormilada.

Yo también, aunque en otro sentido.

– Te despertaste… – afirmé.

Caminé hacia los sillones y la senté en el más alejado, poniendo dibujitos en la televisión para que se entretenga un momento.

– ¿Pueden dejar de verla?

Me desagradaba que la miraran como si fuera un animalito de circo. Como si fuera su entretenimiento. Sobretodo aquella mujer.

– ¿No puedo mirar a mi nieta, que ni siquiera sabía que existía?

Miré a mi padre mientras respiraba hondo e intentaba calmarme.

– ¿Qué vas a…

– ¡Papi!

– ¿Puedes callarla? – habló Janet.

– ¿Puedes irte de mi casa?

– ¡Allen! – me regañó mi padre, como si pudiera hacerlo.

Volví a respirar hondo y me dediqué a contar hasta diez mientras veía aquella señora sentada en mi sofá tan tranquila.

– No entiendo porque te pones así. Lo único que te quiero decir, como mi hijo, es que tengas cuidado. ¿Estas seguro de que es tu hija? Hija de Melissa no es, por lo tanto es una bastarda. Vas a ser completamente infeliz con esa cosa como hija, seguro sale igualita a su ma…

– Mamá.

Miré fijamente aquellos ojos que tanto me desagradaban, agradecido de que Axel la haya cortado. Di media vuelta y respiré con más tranquilidad cuando vi a mi hija tan ensimismada en los dibujitos. No quería que nadie le haga dudar cuan contento estaba de ser su padre, ni tenía porque presenciar este tipo de peleas.

– Aarón, ¿Puedes llevar a Leah a la cocina? Hay helado en el frízer.

Sabía que no quería irse, pero de todos modos asintió y fue hacia Leah, hablaron un poco y cuando me miró en busca de una afirmación, se la di. Contenta, se fue en busca de su helado.

– Cuida tu boca al hablar de mi hija – hablé.

– No me hables así, que soy tu madre.

– Tu de madre no tienes nada. Y menos mía.

Estaba cansado de toda esa situación, pero no quería echar a mi hermano y a mi padre.

– Me hice cargo de ti toda la vida. Todo lo que tienes es por…

– Porque trabajé para tenerlo. Así que no me vengas con tus ridiculeces.

– Siempre quisiste hacerlo, ¿Cierto? Arruinar mi familia. Primero con tu llegada…

– Vete de mi casa, Janet, ni siquiera entiendo que haces aquí en primer lugar.  

Furiosa, se levantó del sofá y caminó hacia mi.

– Te vas a arrepentir, yo también me arrepentí de aceptar a un hijo bastardo.

Solté un risa carente de gracia mientras la veía irse. Ella jamás me había aceptado.

– Andrew, agradecería que tu también te fueras.

Mi padre me miró, tan serio como siempre, y asintió. Se levantó y siguió a su esposa.

– ¿Y yo?

Rodeé los ojos al ver a mi hermano mayor tirado en sofá y preguntando tonterías.

– No finjas que te puedo echar.  

Era imposible echarlo, ellos siempre volvían.

Un Padre, Cinco HijosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora