CAPÍTULO 42: Secuelas

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CAPÍTULO 42: Secuelas


Allen

Habían pasado muchas cosas en una semana. Y todas se reducían a mi preocupación por Dereck.

Mi niño había salido del hospital luego de días internado. Vagaba por la casa como un alma en pena, aburrido por ser el único sin ir al colegio y malhumorado porque le picaba aquella zona en donde lo habían operado, la cual se estaba cicatrizado, pero que el no podía tocar. Ni siquiera podía mirarla, cuando yo debía hacerle sus limpiezas, de la impresión que le daba.

Eran las secuelas a la cirugía. Un niño malhumorado y muy sensible.

Había dejado de ir al trabajo mientras lo cuidaba, intentando que se entretuviera conmigo mientras que sus hermanos llegarán.

—¿Podemos hacer pochoclos?

Me lo preguntaba cada día. Sin embargo, el sabía que, por órdenes estrictas del doctor, no podía comer ningún tipo de comida chatarra o muy fuerte para su estómago. Al menos debía dejar que se curara primero. Ya sabía mi respuesta, pero no perdía las esperanzas.

—Llegará el día en que te diga que si—murmuré sonriéndole. Sin embargo, el no sonrío—. Vamos, podemos ver esa película que tanto te gusta.

—Ya me cansé—susurró.

—¿Qué quieres hacer? ¿Jugamos con la rata, con los autitos?

—¿Puedo acompañarte a buscarlos?

Lo cierto era que había evitado involucrar a Dereck en cualquier multitud de gente. Y eso, a duras penas, también incluía un auto con niños muy inquietos. Nadie le haría daño a propósito, pero el doctor me había advertido de los cuidados que debía tener, y un golpe fuerte podría hacerle daño. Todavía ni siquiera le sacaban los puntos.

Dereck supo la respuesta antes que yo, porque sus ojos se cristalizaron en poco tiempo. Mi hijo estaba sumamente sensible aquellos días, peor en el hospital, lloraba por cualquier mínima, o no, cosa y se refugiaba entre mis brazos hasta que se le pasaba.

Entendía cuan aburrido estaba, pero Dereck no podía hacer muchas de las cosas que le gustaban. Jugar a la pelota, denegado, tenía prohibido hacer deportes durante un lapso de tiempo bastante amplio para el. Tampoco podía ir al colegio, aunque eso se solucionaría en unos pocos días más, y aunque a él en realidad aquello no le gustaba, si le agrada ir por sus amigos. Por sobretodo, odiaba sentirse excluido de las cosas que sus hermanos hacían.

—¿Qué tal si me ayudas a preparar el almuerzo?

Dereck asintió con rapidez, levantándose lo más rápido que podía.

—¡Dereck!—chillé, escuchando su minúsculo lloriqueó.

En si, el dolor ya había pasado. Pero era normal que con movimientos bruscos le doliera. Dios, lo habían operado. Yo me estremecía de solo imaginar a mi hijo en un quirófano.

—Vamos, nos queda poco tiempo.

Al final, no hicimos nada muy elaborado, pero mi pequeñín se divirtió. Me miraba con orgullo cada vez que terminaba de cortar alguna verdura o lavar algo. En realidad, era fácil complacerlo.

—¿Podrás tu solo?

Dereck quería poner la mesa, y aunque me había negado, tampoco era algo del otro mundo. Y yo debía de ir por los niños.

—Si, pa—murmuró cansado.

—Bien, pero no agarres los platos tu, están altos y te puedes hacer daño—murmuré.

Un Padre, Cinco HijosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora