CAPÍTULO 46: Un buen clichéAllen
Volví a suspirar fastidiado cuando noté las arrugas en mi saco.
Aquel día todo había salido mal. Chris seguí resfriado, se había despertado con algo de fiebre y yo, por extraño que pareciera, le tuve que insistir para que faltara al colegio.
Aquello era algo que no me dejaba de sorprender. Mis hijos siempre querían faltar a dicho lugar, pero si no podían ir automáticamente se volvía su ligar favorito.
Desistí de la idea de ir a trabajar cuando eso ocurrió, pero aún así tuve que encargarme de los más pequeños, quienes no me hicieron las cosas fáciles.
Dylan, que se había olvidado de hacer su tarea el día anterior y se había negado a subirse al auto hasta que no terminara su última oración.
Dereck, que no encontraba su uniforme, como si aquel tuviera patitas y correteara por toda la casa.
Alec, que había creído que era una excelente idea maquillar a su hermana para que vaya súper cool a la guardería.
—¡No sale!—chilló Dylan, esparciendo el algodón con crema por la carita de su hermana.
—¡Papi, esta arruinando el maquillaje de Leah!
Alec, por supuesto, estaba indignado por haber arruinado lo que el creía una obra de arte.
—Leah, pareces un payasito—río Dereck.
Leah hacía muecas y se movía en su sillita para entorpecer el trabajo de su hermano mayor.
—Alec, no puedes maquillarla para que vaya a la guardería. En casa si.
Alec, sin embargo, seguía cruzado de brazos y con la vista fija en la ventana. Aquello solo me hacía pensar cuan difícil sería de adolescente aquel niño.
Fue un viaje complicado, pero logramos llegar a destino. Leah con su rostro extrañamente rojizo; Alec entre enfadado y chinchudo; Dereck con su uniforme en condiciones; y Dylan con su tarea completa.
Luego volví a casa, encontrándome con Chris en la sala, frente a la televisión, envuelto en una frazada y rodeado de papeles usados.
—Papá, mira esta película conmigo—fue lo primero que mencionó cuando me vio.
—Tu deberías estar en la cama, no aquí.
Se sonó la nariz mientras negaba con rapidez.
—¿Desayunaste?—pregunté, aunque sabía la respuesta.
Mi niño negó y terminé por hacerle su desayuno y dejarlo mirar extrañas películas de romance conmigo al lado.
—¿Viste?—preguntó, mientras buscaba otra película—. En las citas se regalan flores, chocolates y se dan besos.
Asentí con suavidad, aquellas eran mis películas favoritas, donde el romance florecía por todo lados y eran demasiado predecibles. Un buen cliché.
—Si, aunque no todas las citas son así en la vida real—susurré, sin querer romper sus fantasías.
La idea de Chris en una cita me hizo sonreír y estremecerme, porque era mi niño pequeño, pero quería que el tuviera su romance de libro.
—Lo sé, pero igual quiero tener una cita así—susurró avergonzado, escondiendo la mitad de su rostro dentro de la frazada—. Pero bueno por ahora esto te servirá.
—¿A mi?—pregunté extrañado, viendo como los estornudos le impedían hablar. Se sonó la nariz y me sonrío, abrazando más su frazada.
—Claro, para tu cita de esta noche.
Y he aquí yo, frente a un bonito restaurante, con un traje algo arrugado y un pequeño ramo de flores rojas que me había visto en la obligación de traer.
Christopher, quien me había instruido con películas de romance me había obligado, también, a traer chocolates y fingir que de verdad quería tener aquella cita.
Sabía perfectamente que Aarón, Axel y Lean habían formado parte de ese plan. Ese que me llevaba a mi a encontrarme frente a una mujer pelirroja de sonrisa pequeña.
—Allen, un gusto verte.
—El gusto es mío, Valiere.
La madre de Asher compartía algo sumamente importante con su hijo. La sonrisa. Aquella sonrisa pícara y divertida eran, sin dudas, la misma.
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Un Padre, Cinco Hijos
LosoweAllen Anderson es un reconocido y prestigioso empresario, acostumbrado a tener una doble vida en donde en una cuida de su hijo y en la otra a su hija. Pero un acontecimiento provoca que Allen deba abandonar ese estilo de vida, cuidando de sus dos p...