CAPÍTULO 26: Tú

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CAPÍTULO 26: Tú

Allen

—¿Todavía duele, cariño?—susurré, colocando una crema en su mano.

Leah hizo un pequeño puchero y negó. Y sabía que mentía. Dejé un beso en su mejilla y suspiré.

—Leah, ahora vuelvo, debo hacer firmar esto. Quédate aquí, ¿Si?

Leah asintió con suavidad y siguió coloreando en una hoja.

Yo salí de la oficina, y aunque no habían pasado ni cinco minutos, para cuando volví todo era un caos.

Mi taza favorita estaba en el suelo, Leah lloraba y el humeante café se expandía por toda la alfombra.

—Yo… s-solo quería… un lápiz.

Corrí el cabello de su rostro y dejé un beso en su mejilla.

—Mira este, tiene un gran salón de juegos y hasta hay camitas para que los niños duerman.

Fruncí el ceño y miré a Aarón, que veía desde su portátil diferentes guarderías. Axel y Lean lo acompañaban, acotando cosas de vez en cuando.

Solté un suspiro triste y acaricié su mejilla.

—Mi pequeña…

Leah me miraba con sus ojos brillosos, jugueteando con una de mis manos.

—¿Vas a ir a jugar con tus hermanos?

Mi bebé asintió y soltó mi mano, dirigiendo su mirada hacia el patio trasero. Los chicos, como ya se les hacía costumbre, estaban jugando a la pelota.

—Solo ten cuidado, no corras.

Leah asintió y me sonrío, caminando hacia la puerta trasera. En realidad, no tardó en empezar a correr atrás de aquella pelota junto con sus hermanos.

—No se si quiero que Leah vaya a una guardería...

—Claro que no quieres—murmuró Axel, mirando fijamente la computadora.

—Pero es lo mejor—completo Lean, señalando algo que solo mis hermanos veían.

Suspiré frustrado mientras desordenaba mi cabello.

—Fue un accidente, no dejaré que vuelva a pasar.

Aarón dejó de prestar atención a la computadora y me miró serio. Éramos hombres grandes, yo ya era un hombre divorciado y con hijos, pero cada vez que me miraba me hacía sentir de nuevo un pequeño que era regañado por el. Me recordaba que él era el mayor de los hermanos.

—Ya te lo dije, una oficina no es un lugar para una niña, Allen. No fue tu culpa, fue un descuido, pero créeme que estas cosas no pasarían si Leah no estuviera ahí. Y si la sigues llevando más cosas así van a suceder.

Solté un suspiro y miré hacia el jardín, donde mis niños se divertían. Ellos hablaban como si no me importara lo que le sucediera a mi hija. Había pensando tantas veces en llevarla a una guardería, pero luego pensaba en lo poco que confiaba en las personas y en todas las cosas horribles que sucedían, y simplemente se me hacía imposible dejarla en manos de una extraña.

Axel suspiró y se recostó en la silla, cruzando sus brazos y haciendo una mueca.

—Las guarderías son lugares pensados para niños, con gente capacitada, nada malo le va a pasar.

Respiré hondo, apunto de contestar cuando el timbre sonó.

—Salvado por la campana—murmuró Lean, volviendo su vista hacia la computadora.

Un Padre, Cinco HijosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora