CAPÍTULO 34: ¡Feliz día!
Allen
—¿Qué?—pregunté.
Axel frunció el ceño y volvió a mostrarme la pistola.
—¿Juegas con nosotros? Es más divertido si somos más.
Miré extrañado aquel juguete. Era gigante, con colores flúor y una gran reserva de agua.
Aarón también me miraba, esperando una respuesta mientras cargaba dos armas.
Miré hacia dentro de la casa y asentí, con las mejillas levemente acaloradas.
Me van a retar.
Aún así, jugué con ellos. Eran pocas las veces que Janett no estaba en la casa.
Al final, los tres terminamos mojados, y solté un suspiró cuando los gritos no tardaron en llegar.
—¿Pero que han hecho? ¿Cómo se les ocurre jugar de esa manera? ¡Están llenos de lodo, por dios, no son cerdos!
Me levanté del césped y me sacudí algunas hojas.
—Fue tu idea—escupió con desdén.
—Mamá—habló Aarón, sonando como advertencia que a mi me dio risa.
—Ve a tu habitación. No salgas hasta mañana.
Asentí con cuidado y me despedí de ellos con un simple movimiento de manos. Entré por la cocina y caminé por el extenso pasillo.
—¿Qué… haces?—susurré.
Andrew miró fijamente mi habitación. Estaba parado en el marco de la puerta, y cuando su mirada llegó a mi, vi diversión.
—Estuviste jugando con tus hermanos.
No fue una pregunta, así que tampoco dije nada. El sabía que pocas veces estábamos los tres juntos, porque yo me dedicaba a alejarme de ellos. Si ellos entraban a la cocina, yo me iba al comedor; si ellos estaban en la sala, yo me iba al jardín.
—Báñate, te vas a resfriar.
Asentí suavemente y pasé por su lado.
—Creí haberle dicho a Mónica que te prepara una habitación arriba… no en la zona de servicio… que confusión.
Apreté ligeramente el borde de mi remera, nervioso. Su mirada se había vuelto más sombría.
—Lo siento.
Lo escuché suspirar y soltó una pequeña risa.
—¿Por qué estas disculpándote, eh?
Miré nuevamente su rostro divertido.
—Estoy mojando todo el piso.
—¿Y? Es tu casa, Allen, haz lo que quieras.
—No quiero mojar el piso.
—Entonces no entres todo mojado—murmuró obvio—. Ve a bañarte. Yo solucionaré el tema de tu habitación.
—¿Solucionar?—susurré.
—Claro, ¿No quieres dormir arriba, con tus hermanos?
Volví a mirar el suelo y asentí, despacio.
—Bien. A bañarte. Ya repetí muchas cosas por hoy.
Solté un pequeña risa que no tardé en reprimir y busqué ropa limpia. Lo vi salir mientras yo rebusca en aquel pequeño armario. Unos pasos se volvieron a escuchar, y yo solté un suspiro, porque mi padre no usaba tacos.
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Un Padre, Cinco Hijos
De TodoAllen Anderson es un reconocido y prestigioso empresario, acostumbrado a tener una doble vida en donde en una cuida de su hijo y en la otra a su hija. Pero un acontecimiento provoca que Allen deba abandonar ese estilo de vida, cuidando de sus dos p...