CAPÍTULO 38: Recuperar tu dignidad

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CAPÍTULO 38: Recuperar tu dignidad

Allen

Regresar a casa, sin duda alguna, era mi parte favorita de todo aquello.

Como había prometido, llegué antes de que todos se despertarán y en un intento por no quedarme dormido, ni siquiera me fui a mi habitación. Simplemente me quedé en la sala, porque faltaba poco para que amanezca. Sin embargo, el viaje y las horas sin dormir me vencieron, y terminé prácticamente muerto en el sofá.

—Haz silencio, papi esta durmiendo.

—¿No lo podemos despertar?

—No, De, ¿no ves que parece muerto?

Entreabrí los ojos, acostumbrándome a la luz que entraba por las ventanas. Frente a mi, Dylan me tapaba con una cobija mientras miraba a Dereck y lo regañaba por hablar fuerte. Sonreí, porque con aquel yeso a mi niño todo se le complicaba, sin embargo, siempre quería hacer todo sin ayuda.

—Si, parece que le pasaron tres camiones por encima.

—Hey, los estoy escuchando, ¿por qué son tan malos con papá?

Solté un bostezo y sonreí cuando sentí un peso en mi pecho. 

—Dios, como pesan mis chiquitos—me quejé, abrazando a mis dos niños.

—No pesamos—murmuró Dylan, apoyando su cabeza en mi pecho—, esto si—murmuró, alzando su brazo enyesado. Reí y despeiné su cabello.

—¡Papi!

Los mellizos me liberaron cuando una emocionada Leah me aplastó.

—¡Tardaste un montonazo!

—¿Un montonazo? —repetí divertido—Nah, para mi fui muy rápido.

Leah escondió su cabeza en mi cuello me abrazó con fuerza.

—¡Papá!

Extendí uno de mis brazos y Alec acompañó a su hermana en la tarea de aplastarme.

—Te hice un dibujo—mencionó.

—¿Ah si? Mi pequeño artista, luego me lo mostrarás.

Alec río con fuerza, apretándome en un abrazo.

—¿Se divirtieron con los tíos?

—¿Qué es esa pregunta? Por supuesto que lo hicieron.

Le sonreí a Axel, viéndolo acercarse con una taza de café en sus manos. Respiré hondo, sintiendo como el  olor inundaba mi sistema. Mi estómago, resentido por no haber comido nada durante todo el día de ayer, rugió en un sonido vergonzoso que hizo reír a mis pequeños.

—Papá, al final los que debíamos darte un discurso de cómo cuidarte éramos nosotros.

Chris, por supuesto, nunca me podía saludar como una persona normal.

—Yo acepto abrazos y besos.

Sin embargo, mi hijo me pasó de largo, caminando hacia la cocina con aire desganado.

—¿Ven lo cruel que es?

Axel me extendió la taza y desordenó mi cabello.

—Esta deprimido porque volviste.

—¿Eh?

Christopher volvió con un plato de pequeños panqueques en sus manos y me lo entregó. Sonreí, viendo las frutillas rebosar en mi plato. Eran mis favoritas.

—Allen…

Entrecerré los ojos, degustando los panqueques que tanto reconocía. Eso solo quería decir una cosa, Lean y Aarón estaban en la cocina.

Un Padre, Cinco HijosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora