CAPÍTULO 22: Un primer día caótico, parte 3, "Se agranda la familia"

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CAPÍTULO 22: un primer día caótico, parte 3, "Se agranda la familia"

Allen

Leah me sonrío, media escondida detrás del cuerpo de Lean, a quien no tardé en mirar. Tenía el rostro repleto de chocolate, y no creía normal que ella estuviera tan feliz por estar toda sucia.

—Creí decirte que la traigas a casa.

—¿Y que hice?—mencionó obvio.

—Si pero… ¿Qué es eso?—susurré cuando lo noté.

Leah volvió a sonreírme y extendió sus bracitos. Di un paso atrás automáticamente.

—Leah… cariño, suelta esa cosa, por dios te va a comer una mano.

Lean soltó una carcajada mientras negaba hacia Leah y le acariciaba el cabello.

—Papi, Tití no hace eso— me explicó como si yo fuera el que tuviera cuatro años.

—Dios, Lean, ¿Qué trajiste a mi casa? Esas cosas traen enfermedades, ¡por dios Leah aléjalo!

Mi hija parecía divertirse a costas de mi sufrimiento, con su rata, que me miraba fijamente mientras Leah me la acercaba. Tenía el pelo blanco y negro y ojos negros. Pero yo sabía que se volverían rojos. Dios, era una rata.

—Es un hámster, Leah lo vio, lo quiso y lo compré.

—Papi, ¿Podemos quedarnos con…

—No.

—Pero…

—Dije que no. Se va. Se lo lleva Lean. El lo cuida.

Desordené mi cabello, frustrado, cuando fui consciente de cómo mi hija me miraba. Había alejado despacito a su rata de mi y me miraba con sus ojitos repletos de desilusión. Su labio no tardó mucho en empezar a temblar y miraba a Lean como su fuera su última salvación.

—Tío…

—Oh, vamos, Allen, no seas cruel. ¿Qué te molesta que haya una rata aquí? No ocupa mucho espacio y…

—Escucha, tuve un día complicado y tu no haces más que empeorarlo. No quiero mascotas. No me gustan y no tengo tiempo.

—¡Estas siendo malo!

—Y tu pasas mucho tiempo con mis hijos pequeños.

Lean me miró fijamente y luego a Leah.

—Esta bien, ¿Qué tal si se queda en mi departamento?

Leah lo miró y fui consciente de cómo sus lágrimas empezaron a deslizarse por sus mejillas. Me miró y soltó un sollozo, antes de apretar un poquito a la rata entre sus brazos y correr escaleras arriba.

—¿Tu viste como me miró? Me dijo traidor en mil idiomas.

Miré a Lean y bufé cansado.

—Yo solo quiero dormir—me quejé yendo escaleras arriba.

La encontré rápidamente, pero no estaba en su habitación, estaba en la de Chris. Y no estaba sola. Estaban todos.

Dios, no me miren así.

—¿Se agrandó la familia?—mencionó Chris.

Entrecerré los ojos al ver a aquella cosa. Mi enemiga principal.

—Dios, es horrible.

—¡¿Qué?!

—Digo que es horrible que no la dejen respirar.

Leah la soltó y di un paso atrás cuando la vi caminar por la cama de Christopher.

Es un hámster, no una rata, me recordé.

Pero tiene cola. Es una rata con pelos.

—¿Por qué no puede quedarse?

Porque me da asco.

—Porque no estamos mucho en casa y se va a sentir sola.

—Yo la cuido, papi, no voy a ir más a tabajar— susurró mirándome. Acomodó sus anteojos y limpió sus lágrimas.

—¿Me vas a dejar solo?

Y asintió. Genial, desplazado por una rata.

Tener una mascota es toda una responsabilidad, no importa que la vean así de chiquita. Es lo mismo.

—La vamos a cuidar, de verdad—murmuró Dylan—. Limpiaremos su jaula, la sacaremos al sol, la dejaremos caminar…

—¿Por la casa?—susurré— ¡No pude caminar por la casa!

Christopher estalló en una carcajada y sus hermanitos lo siguieron.

—No lo puedo creer, le tienes miedo.

—¿Qué?

—Tu eres un gigante para ella, te tiene más miedo que tu a ella.

—Yo no le tengo miedo.

—Entonces que se quede. Nosotros la vamos a cuidar, te lo prometo.

Sus miradas estaban todas fijas en mi, yo juraba que hasta aquella rata me miraba fijamente. Suspiré resignado, era obvio que desde que Leah llegó con eso en sus manos yo no iba a poder hacer nada para sacárselo.

—Mi responsabilidad no es—murmuré. Y ya me veía limpiando su jaula—. Y no lo quiero suelto por ahí.

Salí de la habitación cuando los escuché festejar. Por dios, es una rata.

Bajé de las escaleras y sabía que todos me seguían, aún así seguía demasiado ofendido como para mirarlos.

—Lean, la rata se queda— le gruñí.

—¡Papi, no es una rata!—me regañó Alec.

—Se llama tití— mencionó Leah.

Suspiré y me senté en el sillón. Frente a mi había una jaula gigante y yo pensé que de verdad no quería esa cosa en mi bonito estar.

Aún así todos ellos se encargaron de armar su nuevo hogar, estaba llena de tubitos y castillos y cosas raras para ratas.

—Vamos, no te enojes, traje un regalo para ti.

Fruncí el ceño mientras una pequeña cajita era depositada en mis manos.

Lean despeino mi cabello y me miró como si fuera un niño.

La abrí y lo miré.

—Eres un cerdo.

—Es que ya te faltaban, me asusta tener más ahijados.

Volví mi vista hacia la cajita y, sin mucha fuerza, la tire a su pecho.

La tarde pasó sin más problemas, con Lean preguntándome por Dereck disimuladamente y los niños entretenidos viendo lo que hacía aquel espécimen.

¿Qué era lo que hacía? Tomaba agua, comía y caminaba para todos lados, a veces se metía por los tubitos y otras simplemente se les quedaba viendo fijamente.

Que miedo.

Pero aún con todos sus problemas , mi día caótico por fin tuvo un final.

Un Padre, Cinco HijosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora