CAPÍTULO 23: Confesiones

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CAPÍTULO 23: Confesiones

Allen

Alejé el cabello que se caía por su rostro y me dediqué a mirarlo. Hacia mucho que Alec ni iba a dormir conmigo, y era un detalle que no había notado hasta que lo volvió a hacer.

Quizás fue por la llegada de Leah, por su comienzo en el colegio o la llegada del resto de sus hermanos, pero algo le había echo alejarse de mi cama. Y yo, demasiado melodramático, no podía evitar pensar que se estaba alejando de mi. Estaba creciendo, aunque solo tenía cinco años.

Los días pasaron, terminó su tediosa suspensión y los niños cumplieron dos semanas en casa.

Los mellizos parecían tener mucha más confianza conmigo, y me habían llamado papá varias veces.

Christopher tenía sus partes rebeldes y le encantaba pelear conmigo, pero jamás olvidaba su parte infantil. No me había llamado papá, y en realidad creía que nunca lo haría. Y no sólo se resumía al constante rechazo que yo sentía de su parte, lo notaba, el creía que en cualquier momento yo podría arrepentirme y mandarlo a cualquier otro lugar. Y no sabía cómo hacer para que el confíe en mi.

Por otro lado, Leah, mi princesa, parecía adaptarse bien a la situación y a su nueva casa. No dudaba en enloquecer a sus hermanos y ellos siempre estaban pendiente a ella.

-No quero.

-Vamos, Leah, esta es la L.

Mi hija tenía las mejillas infladas y miraba a Dylan con un puchero. Christopher la miraba fijamente mientras le desordenaba el cabello y jugueteaba con los lápices.

-¿Y la ele es de...?

-¡Lombis!

Dylan soltó su lápiz, frustrado y colocó sus brazos en jarra.

-De "Lo siento, pero vas a aprender a escribir tu nombre sola"

-Va, vamos de nuevo, Lehita, esta vez intenta copiarlo-murmuró Christopher, mientras se dedicaba a escribir una y otra vez el nombre de su hermana.

Al final, si había aprendido a escribir su nombre, a su manera claro, y todos sus dibujos terminaban siendo firmados con su nombre y un corazoncito.

Y por último, pero no menos importante, había estado sufriendo en el trabajo. Mi hija me distraía demasiado, y cada vez que me interrumpía surgía en mi la necesidad de buscarle una niñera o una guardería. Eso se veía opacado al final del día, cuando me disponía a buscar información y la idea se iba disipando.

Quizás si deba pensarlo.

Me lo debatía levemente mientras me levantaba de la cama despacio, sin que aquel ser humano pequeño se despertara. Y me dirigí a la sala con la intención de llamar a los números de las guarderías que había elegido cuando recordé que eran las tres de la mañana y que nadie en su sano juicio me respondería.

Nadie en su sano juicio estaría en una guardería a las tres de la mañana.

-¿Qué haces aquí?

Mis pasos de detuvieron cuando escuché su voz, relativamente baja. Estaba casi en la oscuridad, solo iluminaba la sala la luz de la televisión.

Un Padre, Cinco HijosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora