CAPÍTULO 13: Visitas a media noche.
Allen
Había sido un día agotador.
Los muebles de la habitación de Leah habían llegado y estuve todo el día moviendo cosas de lugar solo porque nada parecía convencerla.
"Ahí no, papi. El cocodilo se va a comer a la obeja"
¿Por qué le había comprado tantos peluches en primer lugar?
Y eso había sido lo básico, porque aunque me desquiciara mover los peluches para que no se comieran entre sí, era algo que podía soportar, lo que no podía soportar era tener que mover muebles. Dios, yo no había nacido para eso.
Y luego de que termináramos con ella, a Alec se le ocurrió que sería una buena idea también remodelar la suya, aún cuando eso implicaba solamente mover las cosas de lugar.
"Papi, la cama esta horrible ahí"
Dios mío, ¿Quién le había enseñado esa palabra a mi hijo y por qué? El niño no paraba de repetirla.
Y horrible. Horrible fue tener que pensar que íbamos a comer sin mis hermanos. Dios, yo sabía cocinar, pero las ideas no llegaban solas. Y dios, los niños no podían comer pizza todos los días.
Después de todo eso creí que podría dormir pacíficamente, pero no, porque el endemoniado timbre no paraba de sonar por más de que lo ignorará.
-Dios mío, si es ese borracho de nuevo...
A mi mente llegó el recuerdo de un Axel muy ebrio tocando mi timbre porque se le había perdido un zapato.
"-No... es cualllquier zapato... es Gucci... y nno se... a donde se fue- murmuró arrastrando todo lo que podía las palabras"
Ni que los zapatos se perdieran solos. Dios mío.
De todos modos, si no era él no sabría quién tocaba mi timbre, porque después de mi hermano ebrio no tendría que haber otra persona que quisiera hacerme visitas a media noche. Y yo me quedaba sin opciones.
-Axel, te juro que como estés borracho de nuevo...
Cuando abrí la puerta mi frente no tardó en arrugarse. Me apoyé en el marco de la puerta y me crucé de brazos.
-¿Se perdieron?
-N-No... no estamos perdidos.
Frente a mi había tres niños. El que parecía ser el más grande fue el me habló, y lo hizo con un pequeño susurró. A su lado había dos niños más pequeño.
-¿Entonces por qué tocan mi timbre a las tres de la mañana?
El mayor abrió y cerró la boca varias veces, intentando decir algo. Sus ojos color avellana me miraban fijamente, titubeante me acercó un papel.
Fruncí el ceño y lo tomé, echándole un vistazo.
Allen...
Arrugue levemente el papel y volví a mirarlos.
-Intuyo que esto no va a ser corto. Pasen.
El chico me miró fijamente y asintió, tomando de la mano a los más pequeños para entrar.
Respiré hondo y volví mi vista a aquel papel, intercalándola con aquellos niños parados en mi estar.
Dios mío.
Era tan obvio, aún así, pregunté.
-¿Qué hacen aquí?
El mayor me miró, y jugueteando con sus manos habló.
-¿No la leyó?
Negué suavemente y suspiré, sentándome en un sofá.
-Siéntense.
Los niños no tardaron en acatar mi orden, y los tuve a los tres sentados frente a mi.
Los más pequeños me miraban extraños. Y no sabía definir extraño. Simplemente estaban ahí mirándome, analizándome.
-¿Cuántos años?
-Siete.
Los niños no me hablaban, el único que lo hacía era el mayor y parecía no tener muchas ganas de hacerlo.
Yo tampoco la tendría.
Corrección, yo tampoco la tengo.
-Bueno, supongo que si nos dejó pasar es porque mínimo intuye quienes son.
- Mhjm
El chico me miró fijamente, quizás esperando algo más, ¿Cuál era el problema? No sabía que hacer ni que decir.
-Son sus...
-Ya lo sé. Lo que no se es cómo pasó.
El chico apretó los labios y miró hacia el suelo. Jugueteaba con sus manos constantemente. Estaba, seguramente, muchísimo más nervioso que yo.
-Bueno, usted es un hombre y...
-No me refiero a eso- lo corté, quizás sonando algo brusco.
Solté un bufido y desordené mi cabello. Recosté mi espalda contra el sofá y suspiré nuevamente, chocado con unos ojos verdosos que me miraban curiosos. Rápidamente esquivó mi mirada.
-Bien, vamos a hacer esto...
Me levanté del sofá y suspiré nuevamente.
-Necesito... necesito un segundo-murmuré, caminando hacia la cocina.
Me apresuré a tomar una botella de agua y sentarme en un taburete.
-Dios mío...
El papel temblaba en mis manos, aún así, decidí abrirlo. No sabía que leer una carta podía costarme tanto hasta ese momento.
Tenía el estómago apretado y la garganta cerrada. Por más de que tomara y tomara agua aquella tediosa sensación no se iba. Estaba completamente asustado.
Allen...
-Puta madre.
Miré fijamente la pared, respirando hondo y llenándome de valor.
"Allen
Espero que me recuerdes, mi nombre es Scarlett. Scarlett Jones.
Voy a resumirte esto. No fuimos nada, y siempre lo acepte. Por eso cuando me enteré que estaba embarazada no te dije nada. Jamás necesitamos nada de ti. Pero si está carta está en tus manos es porque Christopher ya llegó a ti. Corrección, es porque yo ya me morí, el cáncer es una puta mierda...
No te dije nada de ellos, y no había forma de que lo supieras, así que no te mortifiques mucho. Pero son tus hijos, y créeme cuando lo digo.
Tuvimos dos bebés preciosos. Sus nombres son Dereck y Dylan, dos niños increíble.
No hay que ser unos genios para darse cuenta de que Christopher no es tu hijo, pero... es un buen niño después de todo.
Es egoísta de mi parte, como todo lo que hice, pero en uno de mis pocos momentos de cordura te escribo esto y te lo digo, te lo pido... cuídalos."
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Un Padre, Cinco Hijos
De TodoAllen Anderson es un reconocido y prestigioso empresario, acostumbrado a tener una doble vida en donde en una cuida de su hijo y en la otra a su hija. Pero un acontecimiento provoca que Allen deba abandonar ese estilo de vida, cuidando de sus dos p...