23 - Estrecho

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Domingo, 29 de marzo de 2020

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Domingo, 29 de marzo de 2020.

Higinio pasó su índice por el mueble repleto de polvo, para luego contemplar la suciedad sobre su yema. Sus fosas nasales se ampliaron sintiendo el aroma particular que había cobrado la habitación en desuso.

—¿Extrañaste esta habitación, Bruno? —habló con tono anodino, cruzando sus brazos y apoyándose en el mismo mueble que instantes previos inspeccionaba— Pronto formará parte de tu día a día, será mejor que te acostumbres nuevamente a su forma.

—Prefiero mi piso en Zaragoza.

—¿Por qué?, ¿por su abundante humedad o por sus paredes viejas? —Se mofó con una mueca oscura, soltando carcajadas lentas y rasposas— No olvides que ésta es tu verdadera casa; aquí perteneces y siempre pertenecerás.

—¿Entonces por qué quieres esa casa espaciosa en Madrid, papá?

Me levanté de la cama deshecha y lo enfrenté. Antes, me sentía indefenso delante de Higinio Damiani, pero ahora lo había superado en tamaño y altura, por lo que, me consideraba capaz de enfrentarlo tête à tête.

—La mejora siempre es positiva. No nos vendría mal adquirir un mejor hogar, con tal de beneficiar nuestra vida —parló ladeando su cabeza manteniendo una sonrisa fina y cínica.

Higinio estaba feliz, luego de mucho tiempo logró doblegarme, por lo que mi padre se enseñaba como un domador de bestias, lo cual hinchaba su ego y orgullo.

—Eres tan ambicioso.

—La ambición lleva al éxito —replicó.

—Pero también a la quiebra —refuté.

Torció su mueca, ofendido.

Tras un rato incómodo, Higinio me condujo a su pulcra oficina amplia. La iluminación era aún más cegadora que años atrás, lo que me aturdía un poco al ingresar.

—Siempre planeé mantener la empresa como una de tamaño mediano, pero ahora que trabajarás para mí, no tenemos una razón para no apuntar más alto, hijo.

Mantuve mi boca cerrada, estaba seguro que Higinio tenía más que decir.

—Reabriremos nuestras contrataciones con tal de expandir la mano de obra —Me extendió unas cuantas fichas—. Estuve revisando las capacidades de estas personas..., considero que deberíamos realizar unos recortes de personal.

Inspeccioné cada ficha de información. Muchas personas ya estaban en edad avanzada.

—Despedir a estas personas sería como echarlas a la calle, Higinio —dije, entornando mis ojos y frunciendo mi ceño—. Con su edad no podrían conseguir empleo en ningún sitio de La Fresneda.

—¿Crees que es mi problema?

Sentí repugnancia por él. Vaya cabrón.

—¿Qué necesidad tienes de echarlos? ¿Sólo por satisfacción propia? —interrogué, sumamente desconcertado.

Sollozo a medianoche [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora