Su novio está obsesionado. Ella es víctima de sus manipulaciones. La hiere, la destruye, pero ella continúa cayendo por sus encantos.
Hasta que, una noche tras una discusión con Bruno, Katerine encuentra la paz en el canto de su vecino: Sam d'Aramit...
Zaragoza era un sitio tranquilo y relativamente pequeño, hasta que Sam llegó.
Famoso por su belleza, no por su talento. Sólo yo conocía su inclinación por el arte, el cual él tanto valoraba. Cada fría y silenciosa noche se oía el triste y escurridizo sonido de una guitarra descuidada, y esta melodía sólo se oía al salir a mi balcón.
¿Dónde había ganado su fama? Ni yo lo sabía, él sólo era un simple mortal de rostro bonito que ocultaba sus inseguridades bajo una poderosa máscara de miradas frías y sonrisas fingidas, por lo que, su reconocimiento era irracional.
A mi lado yacía Bruno, con sus ojos oliva símiles a los de una serpiente, de sonrisa desgarbada y flaca, carente de brillo. Pero yo aspiraba a más; a una vida sin cadenas ni restricciones, necesitaba salir de ahí. Sin embargo, no sería tan fácil como una vez creí.
Samuel d'Aramitz. ¿Cuándo aprenderás mi nombre?
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.