38 - Hueco

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Me tardé ._.

Es culpa de la tarea, ppl.

—¿Siguen en pie los planes de continuar?

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—¿Siguen en pie los planes de continuar?

Mi mano continuó en su cabello, repasando sus mechones sedosos entre mis dedos. Expresé una sonrisa pequeña, cautivada por su mirada metálica y brillante. en su rostro tenía plantado un gesto cálido, a pesar de estar serio, notaba la parte cariñosa en él.

—Siempre lo están, Sam —murmuré chocando mi voz contra su boca.

También me sonrió, de manera genuina.

Me erguí un poco sobre el sofá, apoyando mi espalda sobre el apoyabrazos e inclinándome hacia él para besarlo nuevamente, aferrándome a su cuello en el acto. Sus manos recorrieron mi espalda, atrayéndome a él sin cortar el beso lento, que aumentaba a cada segundo la velocidad de mi corazón.

Mi rostro se acaloró y tuve que separarme para poder respirar. Él se recuperó más rápido y su cara abandonó la mía. Con su mano llevó mi cabello hacia atrás y sentí su frío aliento azotarme la piel del cuello. El frío de su contacto fue reemplazado en pocos segundos por el calor de su lengua, arrancándome un ligero suspiro.

Eché mi cabeza hacia un lado, dándole todo acceso a mí. Contuve una sonrisa cuando me percaté que me estaba besando de la misma forma en que yo lo hice con él en el restaurante, copiando mis movimientos. Inició con un beso pequeño y cariñoso, hasta que profundizó en mí, provocando que jadeos abandonaran mi boca.

Con las yemas de mis dedos sentí su torso, bajando hasta su abdomen, el cual se contrajo apenas lo toqué.

Repasé en círculos sus abdominales, tensándolo. Él sólo me besaba con más fogosidad, arrancándome múltiples jadeos y nublando mi mente.

Mis manos encontraron el borde de su camiseta y las ahondé bajo el mismo, tocando directamente la piel cálida de Sam.

Di un respingo cuando un potente trueno sonó, haciendo vibrar la estructura.

—Miedica —rio Sam contra mi cuello.

Sonreí.

—Quien tendrá miedo serás tú si sigues besándome así.

Pronunció una risa pequeña.

—Mmm. Me gustaría probar qué pasaría si continúo.

—Vale, inténtalo.

Solté un suspiro cuando chupó mi cuello, fue brusco pero con mimo, pasó su lengua y mordió con ligereza mi piel. Lo hizo unas pocas Se separó de mi piel lentamente y besó delicadamente el lugar, para avanzar a mi rostro y mirarme con picardía.

—No has hecho nada —dijo, con un tono pícaro—. Qué decepcionante.

Arqueé una ceja con curiosidad.

Sollozo a medianoche [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora