Las paredes blancas parecían encerrarme. El horripilante hedor que advertía el sitio era hasta palpable.
Observaba como las persona pululaban por los pasillos a un ritmo inquieto mientras enfermeros trasladaban camillas con notorias prisas.
Di un fuerte suspiro al ver a una enfermera salir del cuarto con la cara hecha un tomate, hecho que me intrigó bastante y entré a pasos duros al lugar.
Enfrenté la dura imagen: Bruno. Estaba despeinado, un tanto sudado y sus ojos entornados denotaban rebosante cansancio.
No me molesté en saludar—: ¿Por qué esa enfermera estaba... roja? —interrogué con cierta sospecha.
—Creyó que era soltero —respondió en un tono calmo—. Buenos días, por cierto.
Resoplé suavemente y acomodé una silla a su lado.
— ¿Y tú qué le dijiste?
Sonrió con cierto aire engreído.
—Que tengo una linda novia que me cuida —habló fanfarroneando.
Alcé una ceja bastante divertida.
— ¿Sabes que no te creo? —respondí un poco escéptica— Aunque no sería de extrañar de tu actitud —Le sonreí—, dices cosas ridículas cuando no estoy... aunque también cuando estoy presente.Soltó una risa ligera por el comentario. Sin embargo, repentinamente su semblante cambió a uno preocupado.
—Lamento no haberte dicho de mi traslado..., yo...
Esa frase me sorprendió un poco viniendo de Bruno.
—No es culpa tuya; —respondí rápidamente interrumpiendo. Añadí—: tus padres tomaron la decisión, no tú.
—Lo sé, pero ni siquiera te llamé.
—Estás en un hospital, no puedes usar celular —corregí.
Hizo un mohín y apartó la vista, quizás con esa acción me demostraba que me daba la razón. Bastante infantil, por cierto, aunque era Bruno, Bruno era infantil ya sea en cosas mínimas o realmente serias.
—Ahora sólo descansa, en menos de un mes estarás mejor —afirmé, tratando de calmarlo, pero pareció inquietarse.
Permanecimos en un cómodo silencio, bueno, al menos para mí, ya que parece que a Bruno le cuesta un huevo quedarse un poco quietito en su sitio.
Tronaba los dedos uno por uno hasta que el rechinido de la puerta me interrumpió. Giré mi vista rápidamente y abrí mis ojos desmesuradamente al ver quienes habían hecho su entrada, me levanté y aproximé a ambos para dar un beso en la mejilla como saludo.
Señor y señora Damiani. O como mi familia y yo preferimos llamarlos: Lord y Lady Voldemort. Ambos de gran estatura, justo como Bruno, castaños y pálidos, el padre siempre lucía un peinado hacia atrás y la mujer portaba una coleta alta que amarraba todo su cabello. La madre tenía ojos avellana mientras que su padre poseía los mismos ojos fulminantes verdosos de Bruno, debajo de ellos estaba su nariz, la cual, tenía un puente un tanto elevado.
Mantuve una sonrisa, a pesar que claramente no me alegraba verlos.
—Tiempo sin ve...
— ¿Qué hace ésta aquí? —La señora rechazó mi saludo empujando mi cuerpo ligeramente por los hombros y me interrumpió sin tapujos.
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Sollozo a medianoche [✔]
RomanceSu novio está obsesionado. Ella es víctima de sus manipulaciones. La hiere, la destruye, pero ella continúa cayendo por sus encantos. Hasta que, una noche tras una discusión con Bruno, Katerine encuentra la paz en el canto de su vecino: Sam d'Aramit...