49 - Negro

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—Bien, entonces le dije que si quería un re-fill, que primero me llene ésta

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—Bien, entonces le dije que si quería un re-fill, que primero me llene ésta. —Rocío señaló su entrepierna con un gesto tosco—. No, no le dije eso..., pero me hubiera gustado hacerlo. Estaba siendo un pesado.

Asentí ante el relato de mi amiga, ambos sentados en la barra. Ella bebiendo de un vaso de cerveza, y yo mi vaso de jugo de naranja; no quería terminar ebrio en mi propia fiesta. En ese instante, dábamos la imagen de dos amigos a punto de embriagarse tras un despido.

—¿Dónde está Jade? —inquirí, sin ver ninguna cabeza con el pelo de dos colores.

—Eeeh..., enrollándose con alguien, apuesto —soltó en un tono ligeramente molesto—. Me dijo que le surgió un «problemilla». Traducción: se ha ido con algún tío musculoso y su moderna casa de pijo está demasiado lejos de la fiesta.

—Entonces... ¿somos el dúo de los abandonados?

—Así es —aceptó—... aunque, a ti aún no te han abandonado formalmente... ¿Kate contestó?

Volví a revisar el chat, los mensajes no le habían llegado.

—Los mensajes no le llegan.

—¿Al corazón?

—No, al móvil, idiota.

Se quedó callada por unos segundos, probablemente formulando posibilidades.

—Debe estar en modo avión —replicó, encogiendo sus hombros—. O quizás está volando a Rusia, ¿quién sabe?

—O tal vez se quedó sin WiFi.

—Puede ser.

Miré al otro lado del departamento a través del arco de la cocina. Mi hermano estaba charlando alegremente con Eleonora. Noté a los chicos de Paintball haciendo una competencia de quién lograba tragarse hasta el fondo de la botella. Llevé una mano a mis ojos cuando Guillermo volteó a vernos y se encontró con Rocío, para luego caminar hacia nosotros.

Cuando puso un brazo en la encimera, inclinándose hacia la rubia, tuve que contener una sonrisa. Siendo sincero, Guille no es feo de cara, pero tendría más suerte intentando ligar con una chica que no sea Rocío. Se acomodó el cabello teñido con chulería y me llevé el vaso a la boca, disfrutando el show.

—Buenas. Me presento. Me llaman Guille..., aunque también Romeo.

Ella le enseñó una cínica sonrisa y le ofreció su mano para estrecharla. Guillermo aceptó encantado.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó, con un gesto bobo en sus ojos.

—Rocío.

Al escuchar la voz de la rubia, melódica y suave, el rostro de Guille se convirtió en un bonito paraíso de tonos sonrosados y enrojecidos.

—¿Quieres bailar un rato? —soltó repentinamente.

—Guille... —advertí.

Él volteó a verme, con un gesto trastornado y masculló con presión en sus dientes:

Sollozo a medianoche [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora