Su novio está obsesionado. Ella es víctima de sus manipulaciones. La hiere, la destruye, pero ella continúa cayendo por sus encantos.
Hasta que, una noche tras una discusión con Bruno, Katerine encuentra la paz en el canto de su vecino: Sam d'Aramit...
éste es el momento donde el escritor pierde inspiración para títulos y pone lo primero que se le viene a la cabeza como nombre (antes hacía eso pero en este cap lo hice más)
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¿Quién es Katerine Greco?
Es lo que siempre me pregunto.
¿Qué soy?
¿Qué pienso?
¿Qué ideales tengo?
A través del tiempo me he considerado una marioneta, una muñeca sin voluntad.
¿Eso es lo que he sido todo este tiempo para Bruno? ¿Eso? ¿Una muñeca?
—Kate —llamó él, arrancándome de mi trance—. Katerine.
Lo vi frente a mí, enseñándome sus mil colores, cálidos como su sonrisa, variados como todas sus facetas. Era él, con su máscara fuera. Era él, quien me dejaba ser libre de actuaciones.
Frente a él, no era una muñeca parlante, era una mujer, una persona; un humano.
—Sam —sollocé su nombre, derrumbada.
Su rostro se encendió en cien alertas al ver una lágrima ser liberada de mi ojo. Se acercó a mí rápidamente, cerrando la puerta detrás de él y envolviéndome en sus brazos, en un abrazo compasivo, lleno de cariño.
—Shh —pronunció por lo bajo, pasando sus manos por mi cabello—. ¿Fue Bruno? Él te hizo algo, ¿verdad? —murmuró, enfadado, sin soltarme.
Tragué fuertemente, y no contesté.
—Kate, respóndeme, por favor —Se alejó con ligereza, alzando mi rostro en su dirección con tal de conectar nuestras miradas. Él lucía prolijo, como siempre, pero toda la preocupación que le llenaba distorsionaba su semblante, otorgándole una faz destrozada—. Kate.
Mis ojos se empañaron más cuando otro montón de lágrimas se acumularon en mi lagrimal. El llanto nubló mi vista, aún así, mi mente yacía menos nublada gracias a la presencia tranquilizadora de Sam.
—T-termi...namos, Sam —hablé, quebrada. Mi llanto volvió a salir, con más fuerza—. Él... s-se fue, sin despedirse —mascullé. Mi voz era débil, lánguida y aguda, imposible de emitir. Sorbí el líquido que despedía mi nariz, y llevé mi mano para limpiarme—. Desapareció. Sin más. C-como todas las v-veces anteriores, pero... esta vez no... ¡n-no volverá!
Cada palabra que soltaba me era un esfuerzo inimaginable, provocando en mí un dolor en mi pecho increíble al hablar.
No tenía cabeza para formular algo largo, sólo frases, frases cortísimas de significado limitado.