54 - Cómo romper un corazón

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Estuve con algunos líos de la vida, pero por fin pude escribir esto :D

Disfruten♥

 —Siempre vas tan rápido, Katerine

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—Siempre vas tan rápido, Katerine.

Mi corazón se alocó. Podría besarlo, tomarlo de la nuca y poseerlo a mi manera. No sabía qué hacer. Amaba a Sam, lo quería conmigo, él pidió un tiempo, y, en aquel instante, estaba claramente insinuándose. Sin embargo, conocía con claridad el comportamiento que él poseía. Provocar, intentar darte un cosquilleo —o terremoto— y luego se alejaría diciendo algo como: «tú fuiste quien creyó que haría algo».

Sí, eso sería típico del Sam orgulloso y provocador. Aunque tras pasar tantas horas a su lado comprendía que sus acciones eran totalmente impredecibles gracias a su abanico de facetas. La pregunta fue: ¿qué faceta está usando?

Cerré mis ojos con fuerza tratando de no ver aquellas circunferencias platino tan inmensas rodeando el abismo de sus pupilas. Era jodidamente difícil no chillar internamente al verlo tan cerca, escrutando todas las reacciones que podrías hacer.

—Mírame —soltó.

Apreté aún más mis párpados y un suspiro pesado suyo golpeó mi piel erizada, su aliento yacía caliente. Rozó con uno de sus dedos el rabillo de mi ojo, pasando por mi sien antes de concretar su recorrido.

—¿Te desagrado? —inquirió él—. Sé que me veo muy mal a comparación de cuando nos conocimos, pero estoy exhausto.

Lo observé a través de mis pestañas. Lucía exhausto, sí, pero no mal. Sam no necesitaba peinarse o vestirse con trajes para lucir atractivo. Lo amaba, con sus ojeras y finas arrugas de cansancio, y me seguía pareciendo hermoso a pesar de su mirada opaca o cabello enredado.

—Luces bien —murmuré—, y no me desagradas. Sólo... estoy nerviosa.

Vislumbré su sonrisa de soslayo, formando un leve hoyuelo en su mejilla.

—¿Qué es lo gracioso? —Fruncí mi ceño.

—Tus nervios —replicó—. Hemos ido más allá que esto, ¿por qué estás nerviosa?

—Tu cercanía me afecta.

—¿Quieres que me aleje?

Asentí con mi cabeza y él amplió su sonrisa. Se movió sobre mí y, apoyándose con sus brazos flexionados para encerrarme contra la cama, replicó:

—Mala suerte.

—Sam... —regañé, confundida por mis contradictorios deseos y cegada por mis ansias de él.

Sus labios fueron a un costado de mi rostro y tanteó con suavidad mi oreja, encerrando mi lóbulo en sus labios. Me estremecí con su cálido tacto y mi vientre hormigueó. Malditas hormigas.

Sollozo a medianoche [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora