Mis citas con el psicólogo se habían acabado. Finalmente.
—Es evidente que estás mejor, Katerine —soltó el señor Ríos—. Te felicito, por todo. Estos años han servido de aprendizaje para ti.
—Gracias. —Sonreí eufórica.
—Buena suerte, y ha sido un gusto conocerte —se despidió con una pequeña sonrisa.
Atravesé Zaragoza buscando a alguien. Estaba desesperada por hallarlo, llenarlo de besos y luego fundirlo a nuestra cama hasta dejarlo sin energía. Puse mis ojos en blanco ante la placentera imagen.
Encajé la llave en la cerradura y di un golpecito para abrir la puerta. Tenía una caja de chocolates escondida en la bolsa de las compras y una botella de vino.
Samuel, despeinado y al parecer recién levantado, estaba sentado junto a Kitana en el sofá. Al ver mi entrada se levantó y sonrió.
—B-burrito, hace mucho no venías.
—Lo siento —carcajeé con timidez.
Dejé la bolsa en el suelo y corrí hacia mi novio. Lo abracé por el cuello y me cogió de la cintura.
Sus ojos platinados me miraron con suma devoción.
—Te extrañé, cabrona —susurró cerca de mis labios—. Te encerraré aquí si vuelves a alejarte.
Me reí con suavidad y él fundió su boca con la mía. Aproveché su atrevimiento e introduje mi lengua en su cavidad, me aferré a su cadera con mis piernas. Él mantuvo el equilibrio conmigo llevando sus manos a mi trasero y tras un acalorado intercambio romántico se separó de mí.
—K-Kate... —liberó agitado—. Estás algo... inquieta.
—Se llama estar caliente.
Caminó un poco y me depositó en el sofá. Le dijo algo a Kitana para que saliera del cuarto y la perra obedeció contenta. Afortunadamente no me mordió por estar sobre Sam, acostumbraba a ladrarme cuando intentaba algo con él.
—Sé que no nos vemos hace unos cuantos días, así que... en vez de hacerlo, pensaba en una cita. —Besó el dorso de mis manos con ternura y alzó su mirada dulce para encontrar la mía—. Ya sabes... al cielo en el infierno. Tu lugar favorito.
Eché un sonido de emoción y me abalancé sobre él. Ambos nos entrelazamos en el sofá.
—Llévame a donde quieras. —Regué su rostro con pequeños besos y él carcajeó por mi ola de afecto—. Te seguiré.
***
Pasar el tiempo con Sam era mi actividad preferida. No importaba que sea que estuviéramos haciendo, solo lo necesitaba a él, a su sonrisa brillante y su mirada de cachorro.
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Sollozo a medianoche [✔]
RomanceSu novio está obsesionado. Ella es víctima de sus manipulaciones. La hiere, la destruye, pero ella continúa cayendo por sus encantos. Hasta que, una noche tras una discusión con Bruno, Katerine encuentra la paz en el canto de su vecino: Sam d'Aramit...