67 - Llamado

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Lamento la espera :<

Retiré los últimos rastros de humedad con la toalla

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Retiré los últimos rastros de humedad con la toalla. Sacudí mi pelo mientras caminaba por el angosto pasillo del piso. Dejé la toalla en un mueble junto a la puerta del dormitorio. Eché un suspiro y ajusté la bata de encaje con algo de nervios.

Tragué saliva y relamí mis labios, no me dejaría consumir por incertidumbre. Así que mi puño tomó la manija de la puerta y con lentitud crucé el umbral.

Mordí mi labio inferior y sentí un ligero mareo. La escasa luz que entraba por el ventanal cubierto con cortinas iluminaba de forma tenue el atractivo cuerpo de Sam, quien estaba sentado al borde de la cama.

Mi mirada se detuvo en su rostro, algo distraído. Sus labios yacian algo enrojecidos y su alborotado cabello era prueba de un previo ataque mío a su boca. Algunas pequeñas gotas se habían atorado entre sus pestañas, y otras descendían por sus anchos hombros hacia sus fornidos bíceps.

Apreté mis piernas cuando fui víctima de su mirada platino. No ayudó mucho que yo mirara su abdomen, marcado y probablemente algo endurecido. Sin embargo, a pesar de que Sam había ganado más músculo su cuerpo continuaba teniendo esa forma esbelta.

—¿Por qué llevas ropa? —Señalé sus pantalones de chándal.

Sam se encogió de hombros y me enseñó una sonrisita altanera.

—Puedes quitármela si te molesta.

—Incluso te la arrancaría.

Alzó sus cejas.

—Salvaje —acusó jocoso.

Di lentos pasos hacia él, como un depredador acechando, y mi mirada indagó en una botella de licor entre cubos de hielo sobre la mesa de luz. Me dirigí a la susodicha y vertí el oscuro vino en las copas.

—¿Beberás? —inquirí, dándome la vuelta para regresar mis ojos a su excitante torso.

Ladeó su cabeza y asintió con un sonido. Aquellos ojos brillantes y lascivos me recorrieron sin ningún disimulo, cesando en mis muslos, para luego ascender a mi cintura. Se relamió los labios al estar a la altura de mis senos y finalmente sonrió al alcanzar mi rostro.

Que me observara de aquella forma, meticulosa y repleta de lujuria, provocaba un despertar en mi intimidad.

—Ven. —La voz le salió como un suspiro, quizás un jadeo, pero lo cierto fue que hizo que todas mis alarmas se exaltaran.

Mi cadera se movió de manera inconsciente y llegué hasta estar frente a él. La cama era adyacente a la ventana, y me preocupó que alguien pudiera vernos.

—La ventana...

—Nadie puede ver —respondió risueño.

Palpó su regazo, manteniendo esa sonrisa ladina que delataba su confianza, distando mucho de la inseguridad que mostraba ocasiones atrás.

Sollozo a medianoche [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora