dos: camino

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Samuel extendió ambos brazos sobre su cabeza, bostezando, apenas había pegado ojo la noche anterior.

La biblioteca estaba vacía, a excepción de la mujer sentada tras el escritorio cuyos ronquidos estaban empezando a irritar al ojimorado, hasta que escucha algo que lo hace irritar mucho más.

- Sí, voy a llegar tarde. - era la voz de Rubén, el mayor se frotó el rostro con ambas manos, antes de suspirar. - Puedes irte, está bien, yo caliento mi comida. Gracias...

Samuel levantó la mirada, mientras golpeaba su cuaderno con su lápiz, había repetido el maldito inicio de ese ensayo tres veces, y ya estaba harto de intentarlo, los ojos mieles de Rubén se posaron sobre el mayor, tenía el uniforme completamente pulcro y el cabello peinado perfectamente hacia atrás.

Estirado... canturrea la mente del peliblanco, mientras se sienta en la silla del otro lado de la mesa.

La biblioteca se queda en silencio, entonces, ninguno dice nada, más que todo porque no saben como empezar un tema de conservación, así que Samuel suspira y deja de mover el lápiz entre sus dedos.

- Así que, ¿con qué asignatura quieres iniciar? ¿Francés, química, estadística, matemática? - dice, con tono sugerente, el peliblanco lo vuelve a mirar al rostro.

Tenia una maldita mirada de compasión en sus ojos violetas, casi podía palpar la pena que emanaba de su expresión, y Rubén lo odiaba. ¿Por qué todo el mundo sentía pena por él? ¿Por qué todos lo miraban como si fuese un animal herido olvidado en la carretera? ¿Por qué~?

- Bueno, - murmura Samuel, mirando su cuaderno. - supongo que matemática es lo más práctico. Sería conveniente si me mostraras que temas no entiendes...

¿Por qué usaba palabras tan complejas? Estaba en la preparatoria, no en un concurso de deletreo.

- Potencias. - responde Doblas en un susurro. - Ejercicios con potencias...

Samuel estaba sorprendido, le tomó un par de segundos asentir quedamente, el peliblanco no se veía como alguien que pidiese ayuda, seguramente no lo era, pero él no era nadie para notar eso. No, no le importaba.

- Bien, eso es sencillo. - susurra. - Comenzamos con las reglas sencillas, mira: cuando entre los paréntesis hay una multiplicación significa que vas a sumarlos para resolver el ejercicio.

* * *

Samuel camina por el pasillo cuando escucha risas, levanta la mirada de su teléfono para encontrarse con el grupo de porristas cerca de la puerta.

Se acomoda la correa de la mochila sobre el hombro y casi tiene que contener un suspiro cuando escucha su nombre entre cuchicheos.

- Mmm... Samuel. - escucha y tiene que detenerse para mirar al grupo de chicas, dedicándoles una sonrisa amena, la chica que lo había llamado era rubia, una bonita sonrisa le adorna el rostro.

- Hola... ¿Akira? - adivina y la chica asiente quedamente, luciendo algo avergonzada. - ¿Puedo ayudarte en algo?

- Yo... mi casa queda cerca de la tuya, - era mentira. - y ya que es algo tarde... pensé si estaría bien si caminamos juntos.

- Claro. - responde el azabache, asintiendo quedamente con la cabeza. En realidad estaba tan cansado que lo único que quería era ponerse los audífonos, poner su playlist favorita y caminar a casa, pero no iba a negarle algo tan sencillo a la bonita chica que no tenía la culpa de nada.

Akira se despidió de su grupo de amigas, con un movimiento de mano antes de caminar hasta su lado, dedicándole una sonrisa dulce.

Samuel nota lo preciosa que es, el cabello rubio le cae delicadamente sobre los hombros, y luce muy dulce; es la capitana del equipo de porristas, el azabache la había visto un par de veces en los partidos, era imposible no verla.

- Así que... - comienza la rubia cuando ya están saliendo por la inmensa puerta. - ¿todo ha ido bien contigo?

- Oh, sí. Todo está yendo... bien. - contesta, tomando las correas de su mochila. - ¿Y tú? ¿Qué tal es ser capitana del equipo?

- Bueno... no me puedo quejar, ¿sabes? - le dedica una bonita sonrisa. - El equipo va bien, y me esfuerzo para mantener mi promedio, aunque no es fácil competir contigo.

Samuel no lo sabía, porque era difícil enterarse de las cosas cuando estaba tan concentrado en sus estudios y su aprovechamiento, pero Akira era una de las mejores estudiantes de su generación, siempre un paso detrás de él.

Teniendo en cuenta eso, y que la rubia era tan dulce y amable, tenía toda una fila de pretendientes tras ella, y un séquito de chicas que la obedecían sin rechistar; pero a Akira no le importaba ninguna de esas miradas, porque nunca había tenido la de Samuel.

- Bueno... ¿cuándo es el próximo partido? - pregunta el azabache, en realidad no le importaba, lo que menos quería ahora era desperdiciar tiempo yendo a ridículos partidos de básquetbol, no cuando tenía tantas cosas por hacer.

- Este viernes, - responde la chica, tratando de ocultar la emoción en su voz. - ¿irás?

- No estoy seguro de si pueda, pero trataré. - el tono en la voz de Samuel es suave, igual que la sonrisa que se asoma en sus labios.

Akira estaba tan emocionada que juraría que podría ponerse a dar saltitos en mitad de la calle, se limitó a presionar los labios entre sí para contener la risa tonta que estaba por salir de su boca.

Continuaron caminando entre conversaciones sobre la escuela y como iban a continuar con sus universidades, Akira descubrió que el azabache quería estudiar arquitectura o enfermería, pero que aún no se decidía, también descubrió que vivía en un edificio de apartamentos, en el que se detuvieron.

Ambos se despidieron, entonces Akira notó que tendría que caminar demasiado para volver a su casa, pero lo haría felizmente, al fin había tenido el coraje para hablar con Samuel. Y el corazón le bombeaba con emoción mientras volvía a casa.

El azabache se quedó de pie mirando a la linda rubia caminar por la calle, tomó una profunda respiración y continuó su camino, pasando de largo el increíble edificio que parecía brillar con la luz que empezaba a tornarse naranja.

Los edificios y las casas que parecían rentables para personas con un salario regular empezaron a transformarse en casas pequeñas, la gente que reía en mitad de la acera se convirtieron en personas que estaban tan drogadas y ebrias que seguramente no sabrían que fecha era.

Samuel mantenía su temple serio, con los ojos violetas alertas de todo lo que se movía a su alrededor, porque sabía muy bien cómo funcionaba todo allí, se aferró a su teléfono en uno de sus bolsillos y continuó caminando hasta que divisó la puerta de su casa.

Tomó una profunda respiración antes de entrar.

Highschool cliché • Rubegetta • (HSC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora