Rubén recordaba su niñez siendo increíblemente feliz, había vivido en la misma casa siempre, a excepción de que cuando era pequeño su familia en verdad parecía una familia.
Recordaba a su padre haciendo tortitas en las mañanas de domingo, y riendo a grandes voces sobre tonterías que leía en el periódico; y recordaba a su madre garabatear en las servilletas pequeños bocetos de vestidos o ropa.
Y también recordaba a su nana, y a su hijo; todos eran como una gran familia feliz.
Hasta que las visitas del abuelo empezaron a ser más frecuentes.
La puerta del estudio de su padre, que solía estar siempre abierta, empezó a cerrarse cada vez más.
Lo único que reconfortaba al pequeño niño era que, luego de encerrarse en el estudio, su padre llegaría al patio, canturreando canciones tontas y se reiría a carcajadas con él y su madre.
Luego el abuelo dejó de ir.
Y la puerta del estudio se cerró.
Las canciones tontas se acabaron.
Las tortitas en los fines de semana también terminaron.
Ya no habían servilletas garabateadas.
Y tampoco carcajadas.
La casa se vació, de pronto un pequeño niño de apenas siete años, apenas veía a sus padres un par de veces al mes.
De pronto era su nana quien le leía cuentos y le cantaba hasta que se quedaba dormido, ansiando que su vida volviera a la normalidad. No le importaba que su abuelo fuera todos los días a casa, y que discutiera con su padre, y que le gritara a él por reírse.
No le importaba nada de eso, con la simple condición de que le devolvieran a sus padres. Esos que se reían y lo besaban y abrazaban todo el tiempo; no los padres que lo regañaban después de no verse por tanto tiempo.
Aún después de tantos años, añoraba el aroma de las tortitas recién hechas mientras despertaba, y las cálidas manos de su madre sosteniéndole el rostro para besarle la frente.
* * *
Recordaba el llanto mientras despertaba, se sentía demasiado pequeño en esa cama de hospital tan grande y demasiado débil con el gélido aire acondicionado que venía desde algún lado.
Había mirado a sus padres a un lado de su cama, como una visión que se deshacía.
- No llores, mami, - había dicho con la fuerza de un susurro. - yo no voy a dejar de cantar...
Ni siquiera sabía porque había dicho eso, hasta el instante en el que miró a su padre a un lado, con lágrimas rodando por sus mejillas. El cuerpo de la mujer se agitó con otro sollozo, y le puso una mano sobre la mejilla.
- Jeg er så lei meg, kjærligheten min, jeg er virkelig så lei meg. - murmuró entre sollozos, Rubén no entendió aquellas palabras, aunque supiera hablar noruego con sorprendente fluidez.
Y aquella noche en el hospital se quedaría para él como una simple alucinación, con retazos de canciones que venían de una profunda voz que conocía bien.
"El más fuerte dándote abrazos...
El más grande siempre al querer...
El pequeño cuando me enfado..."Y recordaba haber llorado, entre dormido y despierto. Y recordaba que había pedido con voz trémula que cantara un poquito más, porque hacía mucho que no lo escuchaba cantar.
"El que no querrá ni una vez perder
Y me ha pedido esta canción
Yo no puedo negarme
Ven tómalo, toma mi corazón..."Y recordaba el fantasma de unos labios sobre su frente, y voces dulces diciéndole que le querían.
Nunca supo si fue real, si aquella noche, cuando todos pensaron que moriría por lo delgado que estaba en verdad sucedió así.
Pero pasó, su madre lloró a su lado toda la noche, y su padre canturreó canciocitas que a su hijo le gustaban hasta que se hubo dormido.
Seguían siendo una familia...
Que sepan que casi lloro escribiendo esto :c
Psdt: canción en multimedia
~ all the love, me <3
ESTÁS LEYENDO
Highschool cliché • Rubegetta • (HSC)
FanfictionRubén Doblas era un desastre, siempre lo había sido. Un caso imposible para absolutamente todos los maestros y estudiantes que convivían con él. Así que le asignaron un tutor para que fuese capaz de ayudarlo.