treinta y nueve: nadar

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- ¡Este tiempo no es aceptable, Samuel! - exclama el entrenador, mostrándole el cronometro. - ¡¿Crees que con este tiempo vamos a ganar l~?!

- No es necesario que grite. - dice, con voz calmada, pero severa. - Sino está conforme con mi rendimiento me lo dice como una persona civilizada.

El entrenador parpadea un par de veces, algo extrañado, pero asiente, Samuel sale de la piscina, quitándose el gorro morado y los visores, recoge su toalla y se la coloca sobre los hombros.

Camina hacia los vestidores, enfurruñado, él ni siquiera quería estar allí, pero tenían una competencia el fin de semana, así que el director le había dicho que debía entrenar con el resto del equipo, que en realidad eran otros tres chicos.

Tenía cosas mejores que hacer, terminar de organizar al resto del comité, buscar un traje, pero allí estaba, escuchando a un hombre de mediana edad gritarle porque no era igual de rápido que el resto de sus compañeros.

Justo antes de abrir la llave de la ducha, mientras se quita la toalla de los hombros, escucha su nombre, y se gira, encarando al peliblanco, que le recorre el cuerpo con un vistazo rápido, antes de que sus mejillas se tornen rojas, y carraspee.

- Y-yo... quería hablar contigo. - tartamudea, y el pelinegro le dedica una mirada desinteresada.

- Tengo cosas que hacer, Guillermo. - suelta, girándose en dirección contraria, y abriendo la llave de una de las duchas.

- Mmm, yo solo quería... - susurra, con voz tambaleante. - yo... uhm... ¡el baile! - exclama, cuando los ojos violetas lo vuelven a mirar. - Quería saber si te gustaría ir al baile conmigo.

- No estoy seguro de si iré o no. - responde, tomando una pequeña bolsita de shampoo y rompiéndola con los dedos para poner el líquido en la palma de su mano. - Y aunque vaya, que temo que tengo que decir que no a tu invitación.

- Pero~

- Primero, si voy es para asegurarme de que todo vaya bien, y no creo que tendré tiempo para bailar o divertirme, - continúa, terminando por limpiar el shampoo de su cabello y volviendo a mirarlo. - además, no creas que no sé lo que hiciste; lo que le hiciste a Rubén. - en realidad Samuel no estaba seguro a cabalidad, pero tenía sus fuertes sospechas, él era la persona que no habían atrapado. - Estoy enojado con él, enojadísimo, pero eso no cambia el hecho de que lo amo, y cuando logre demostrar que fuiste tú quien tomó el dinero... vas a tener que pedirle disculpas a mi novio.

* * *

Ya habían pasado dos semanas sin hablarse, Rubén estaba solo, completamente, no recordaba bien cuando debía tomar sus medicamentos así que los tomaba cuando recordaba, que no era muy seguido, y la nueva cocinera no recordaba su dieta del todo; pero hacía lo que podía, sus padres se habían marchado un par de días después de todo el embrollo, mientras él contenía el llanto al ver a nana marcharse también, cabizbaja.

Era por la mañana cuando Rubén estaba jugando con el corazón que Samuel le había regalado, moviendo las piezas de un lado a otro, desarmando el corazón de a poco, lo volvería a armar, pero había tenido curiosidad de como sería por dentro.

Movió otra pieza, y un trozo de papel cayó de ahí, la atención del chico se centró en lo que cayó sobre su cama, lo tomó y descubrió una pequeña persona de papel. Al instante notó que era él, tenía una sudadera blanca, y unos jeans, el cabello también de un tono blanco, entonces lo giró, descubriendo una pequeña frase en la parte posterior.

"Tú vives aquí."

Era la caligrafía de Samuel.

Highschool cliché • Rubegetta • (HSC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora