treinta y uno: acogedor

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El silencio reinaba en el asiento entre los dos chicos en el asiento trasero del Uber, Rubén estaba aterrado por lo que la madre de su novio fuera a creer de él, nunca había tenido una pareja formal, y jamás había conocido a los padres de alguien que no fueran sus amigos.

Por su parte, Samuel se sentía nervioso, y algo avergonzado, sabía el lugar en el que vivía Rubén, y sabía todas las comodidades que tenía; pero también sabía que al peliblanco le importaba poco, después de todo en casi todo el mes que llevaban siendo una pareja oficial, Samuel le había contado de todos los trabajos que había tenido, desde ayudar en construcciones hasta ser cajero en supermercados.

Mira al peliblanco a su lado, quien se mordisquea una uña con insistencia, pero el ojimorado estira su mano para tomar la mano libre de su novio, dándole un apretón.

- Nuestra primera cita y es toda una mierda, ¿eh? - murmura el peliblanco, Samuel ríe en voz baja.

- Bueno... el principio no estuvo tan mal. - responde en voz baja el ojimorado, se dedican una sonrisa torpe, entonces Rubén mueve la mano para envolver sus dedos con los del mayor. - Y la película estuvo bastante buena.

- Ya... - murmura el contrario. 

Y entonces el silencio vuelve a recaer sobre el auto, dejando nada más al locutor de la radio hablando. Rubén ni siquiera notó cuando los grandes edificios empezaron a tornarse en sencillas casas, continuaba debatiéndose que diría o como debía actuar con la madre del pelinegro, había hablado con ella por teléfono el día de la fiesta, pero había estado algo ebrio, de ahí nacía su valor.

Sostuvo con más fuerza la mano de Samuel, pegándose a su lado, su valor también provenía de él.

El pelinegro sintió el movimiento, y los nervios en él aumentaron, quizás Rubén en realidad se había arrepentido de ir allí y~

- ¿Crees que le agrade? - inquiere en un susurro cuando el auto se detiene, Samuel extiende el dinero hacia el conductor. - De Luque... ¿crees que le agrade a tu madre?

- ¿Por eso estás tan preocupado? - pregunta, y le dedica una sonrisa, antes de abrir la puerta y salir del auto.

- ¿Debería estar preocupado por algo más? - rebate con el rostro teñido en profundo pavor y su novio se estira para besarlo castamente.

- Por absolutamente nada. - responde con sencillez, volviendo a unir sus manos juntas.

Caminan en dirección a la casa, y Samuel abre la puerta, en silencio; entra, seguido por su novio, antes de hablar. - Mamá, - llama. - mamá. - la mujer aparece, con el cabello recogido en una coleta baja, y una bata cubriendo su pijama, tenía ojeras bajo los ojos violetas, y una expresión que se transforma a desconcierto en cuanto mira a ambos chicos de pie cerca de la entrada. - Hay alguien a quien quiero presentarte...

- Samuel, - regaña. - debiste haberm~ ¡Por Dios, ¿qué les pasó?! - exclama, la mujer camina a ellos a pasos apresurados, y cuando el pelinegro cree que va a mirarlo a él, se acerca a su novio. - Cielo santo, ve a buscar el botiquín a la cocina, Sam.

El pelinegro se apresura en dirección a la cocina, dejando a su madre y a su novio en la sala de estar.

- Bue-buenas... noches... - murmura el peliblanco, pero la mujer está demasiado ocupada guiándolo hasta el sofá.

- Oh, mi Dios... - farfulla en voz baja, observando el rostro del chico, quien permanece estático. - lamento muchísimo esto, mira como dejaron tu rostro. Ese tonto de Samuel tuvo que haberte defendido, él sabe como pelea~

- No, no. - interrumpe, moviendo ambas manos. - Él me defendió... apenas me tocaron, pero mi piel siempre es así de frágil, estoy bien. - se apresura pero la mujer le examina el rostro con desesperación. - Él... es fantástico...

Highschool cliché • Rubegetta • (HSC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora