Samuel se detuvo solamente cuando estuvo a varias cuadras del instituto, el corazón le latía en el pecho con tanta fuerza que tuvo miedo de sufrir una taquicardia, así que tomó una profunda respiración, apoyándose sobre sus rodillas con ambas manos, y cerrando los ojos con fuerza.
Una imagen voló frente a sus ojos, recordando la expresión del peliblanco, con los ojos cerrados fuertemente y la mandíbula presionada con fuerza, como si en verdad hubiera pensado que iba a golpearlo, y aquel pensamiento y ver su naricita arrugada le había causado tanta ternura que... él solo... no pudo evitarlo.
Presionó ambos labios entre sí, recordando la suavidad de los rosados labios contra los suyos, aún cuando lo había besado con tanta rudeza, y recordó como las manos que habían tratado de empujarlo, habían tirado más cerca, y había sido en aquel preciso instante cuando Samuel se dio cuenta de lo que estaba haciendo.
- Mierda... - soltó en un quejido, llevándose ambas manos al rostro. - mierda... - repitió.
Se sentía tan frustrado que quería ponerse a llorar en aquel lugar, en mitad de la casi vacía acera, ¿por qué carajos había hecho eso?
¿Por qué carajos había tenido que besar a ese chico? A él, en específico; a él, que lo sacaba de quicio; a él, con una risa escandalosa; a él, con sus estúpidos hoyuelos; a él, con su ridículo cabello blanco; a él...
Samuel había empezado a sospechar que era bisexual hacia un par de años, pero solo hasta ahora podía considerarse como tal, solo ahora que no podía sacarse la idea volver a besarlo de la cabeza.
Continuó caminando, la mente le seguía dando vueltas como un carrusel, pensando una y otra vez: ¿por qué él?
¿Por qué no habia podido fijarse en la bonita capitana de las porristas? ¿Por qué no en ella?
Una parte de él sabía exactamente la respuesta, pero Samuel no iba a escucharla.
Llegó a casa, su madre estaba en la cocina, y se escuchaba los ronquidos de su padre desde algún lugar en la pequeña casa, mantenía su ceño fruncido hasta que su madre lo miró.
- ¿De vuelta tan temprano? - preguntó, y el chico quiso sentarse a contarle todo, quiso contarle el desastre que era su mente, quiso contarle lo mucho que deseaba volver a besar a... un chico; pero ese detalle lo hizo detenerse, ese pequeñísimo detalle, lo hizo dejar la mochila sobre la silla y asentir quedamente.
- Sí, la clase demoró menos de lo que pensaba. - responde con sencillez, e instantáneamente se lleva la mano al rostro, cubriéndose la nariz, era un gesto que había adquirido tras aquella conversación con Rubén.
Rubén...
- Bueno, ¿quieres comer algo? Preparé tortilla y~
- ¿Está mejor? - interrumpe el chico, mirando la herida en el labio de su madre, quien se limita a asentir.
- Sí, cielo, no te preocupes. - responde, moviendo la mano como si quisiera restarle importancia. - Come algo antes de irte, Sam; - propone. - ve a cambiarte mientras pongo la mesa.
El adolescente obedece, toma su mochila y la lleva hasta su habitación, la mente le sigue dando vueltas mientras se quita el uniforme, y entonces se detiene en un pensamiento.
Quizás, y solo quizás, Rubén también había querido besarlo... por eso había tirado de él más cerca.
(***)
Rubén entra a la casa, no hay ni el más mínimo ruido dentro, así que supuso que sus padres por fin se habían largado. Tira la mochila apenas cruzar la puerta, y camina hacia el salón, dejándose caer sobre uno de los sofás, con el rostro cubierto por el antebrazo.
Estaba pensando, más bien, analizando que había ocurrido.
Samuel lo había besado.
Samuel de Luque lo había besado.
En los labios.
Una parte de él quería reírse por ello emocionado que esa idea lo ponía, mientras que la otra parte se preguntaba a si misma porqué estaba emocionado.
Claramente le había gustado el beso, no iba a negarlo, le había gustado la sensación de sentirse pequeño por primera vez en su vida. ¡Él y su metro ochenta! ¡Pequeño!
Y también le había gustado la sensación de la tela bajo sus manos, mientras lo sujetaba con fuerza, para que no se fuera.
Oh...
Rubén Doblas nunca pensó que un chico llegase a gustarle, después de todo, nunca prestó atención a ninguno -y no es que ninguna chica le hubiese llamado tanto la atención- menos a uno como Samuel, que era la viva imagen de masculinidad.
Aún cuando era divertido, e inteligente, y usaba maquillaje... aún cuando arrugaba la nariz, y estornudaba como un gatito, y se reía de las cosas con tanta dulzura que~
- No. - se detuvo Rubius, sentándose en el sofá. - No.
Agitó suavemente la cabeza, tratando de alejar aquella idea que se había inmiscuido en su mente. No le gustaba Samuel de Luque, por supuesto que no.
No le gustaba él, y no le gustaban sus hoyuelos, mucho menos le gustaba el violeta de sus ojos ni sus pestañas que parecían haber sido rizadas a propósito.
Claro que no.
Caminó en dirección a la cocina, había una notita sobre la superficie de la isla que tomó:
"Surgió una emergencia, tuve que irme y no alcancé a prepara nada. Lo siento.
Con amor, nana."
El peliblanco entornó los ojos, y presionó la nota en su mano hasta volverla nada más que una bolita de papel. Tomó su teléfono y ordenó una pizza, si nadie lo vigilaba podría comer lo que quisiera y luego mentir que había estado comiendo bien.
Se dedicó a cambiarse de ropa y recoger un par de cosas en su habitación hasta que el repartidor llegó, era un chico más bajo que él, y le dedicó una amplia sonrisa cuando le extendió la caja.
El peliblanco se limitó a extenderle un billete antes de cerrarle la puerta en las narices.
La pizza estaba calentita a través de la caja, y lucía increíble, pero el olor le pareció nauseabundo. Rubén presionó los dientes entre sí, no iba a dejar que... eso, le arruinara el apetito nuevamente.
Tomó un pedazo, y le dio un mordisco, masticó un par de veces antes de tragar, sonrió para sus adentros, antes de tomar el segundo mordisco, pero mientras masticaba, el estómago le dio una vuelta y tuvo que dejar caer la caja para correr en dirección al baño.
(***)
- ¿Con quién viniste? - inquiere el hombre en cuanto Alex se sienta en la mesa, el adolescente lo mira.
- Con mi chófer. - responde con sencillez, la mujer les dedica una mirada a ambos, mientras corta la carne en pedacitos.
- ¿Y la escuela? - pregunta nuevamente, el adolescente tiene que abstenerse de entornar los ojos.
- Todo bien. - el hombre lo mira, enmarcando una ceja.
Claro que Alex no iba a decirle que se escapaba de gimnasia para irse con Fargan, o que en algunos almuerzos lo único que hacía era besarlo, mientras reían y compartían comida chatarra sentados en las escaleras.
Mientras menos supiera su padre: mejor.
Y así debía mantenerse.
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Highschool cliché • Rubegetta • (HSC)
FanfictionRubén Doblas era un desastre, siempre lo había sido. Un caso imposible para absolutamente todos los maestros y estudiantes que convivían con él. Así que le asignaron un tutor para que fuese capaz de ayudarlo.