treinta y dos: descubrimientos

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- ¿Cómo que renunciaste? - inquiere Mangel, mirando al peliblanco recostado sobre su mesa.

- ¿Eres imbécil? - se queja Alex, sentado en la silla delante de la mesa que sus amigos comparten. - Pensé que el baloncesto te hacía feliz.

"Y yo pensé que Fargan te hacía feliz..." quiere responder, pero se contiene, sabe que esa hostilidad viene del dolor de cabeza que tiene desde la mañana, y suspira.

- Quiero concentrarme en mis notas. - murmura en voz baja, sus amigos frunce el ceño, y Alex se apresura a ponerle una mano sobre la frente.

- Oh, no. Lo perdimos. - exclama con tono dramático, y entonces frunce el ceño. - No me jodas, Rubius, tío, ¿tienes fiebre?

- No lo sé, subnormal, me estoy congelando el culo, seguro el que tiene fiebre eres tú. - se queja, moviéndose con pesadez, y apartando el brazo de su amigo de su frente.

Alex hace un señal con la cabeza en dirección al peliblanco, entonces Mangel estira la mano también y toca la pálida piel de su amigo, sintiendo enseguida la elevada temperatura.

- Rubiuh, ¿te sientes bien, macho? - inquiere con tono preocupado, pero el susodicho asiente.

- Estoy... de puta madre.

- Buenos días, chicos. - saluda la voz del maestro en cuanto entra al salón, acomodando los lentes sobre sus ojos. - Tomad asiento y callaos, seguimos con las pruebas expositivas; - cada uno de los estudiantes ya están sentados en su lugar cuando el profesor continúa hablando. - muy bien, el siguiente es... ¡Doblas!

El peliblanco gruñe, antes de ponerse de pie, la cabeza le da vueltas pero cierra los ojos y toma una profunda respiración, antes de continuar su camino hasta el pizarrón.

- Yo... uhm... - toma el marcador y apoya la punta sobre la superficie blanca.

- ¿Se encuentra bien? - inquiere el maestro, mirándolo desde su posición en el escritorio, Rubén asiente quedamente.

Escribe un par de letras temblorosas en el pizarrón, y entonces descubre que los costados de su visión se han tornado negras, de pronto, esa oscuridad se extiende hasta cubrir toda su visión, y es lo último que ve.

* * *

Ni siquiera ha abierto los ojos cuando siente una mano presionando la suya, sabe inmediatamente que no es Samuel, ese no es su tacto.

- ¿Dónde mierda estoy? - inquiere con voz pastosa, abriendo los ojos lentamente, mira todo a su alrededor, de un blanco tan brillante que el chico en la cama piensa que podría dejarlo ciego.

- Ay, Rubén, casi me matas del susto, cielo santo. - escucha decir a alguien, que reconoce como su nana enseguida, la voz suena como si hubiese llorado una eternidad. - Mírate, mi niño, si estas en los huesos, ¿cómo es que no lo noté antes? Cuando ya lo hemos vivido. Lo lamento mucho, - solloza. - lo siento tanto, tantísimo.

- Nana... - susurra, con un hilo de voz. - no es tu culpa, estoy bien.

- Claro que no, - insiste entre llantos. - amor, estás pesando la mitad de lo que deberías.

El peliblanco se mira los brazos en las que tiene varias inyecciones, las reconoce enseguida, son vitaminas; tiene que forzarse a si mismo a apartar los recuerdos que llegan a él como ráfagas.

Highschool cliché • Rubegetta • (HSC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora