ventitres: amor

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Se apartan levemente, haciendo un sonidito con los labios que los hace sonreír a ambos, aun se mantienen sujetos entre sí, como si creyesen que en cualquier momento se desvanecerían.

- Para que quede claro... - susurra el menor, analizando el rostro de Samuel. - me comí un puto paquete de mentas.

El mayor se ríe, inclinando el rostro, uniendo ambas frentes, con las narices juntas, y asiente quedamente. - Se nota, tontito. - murmura. - Anda, bésame otra vez.

- Tú pide por esa boquita, guapo. - responde Rubius, sintiéndose un poco menos nervioso ahora, gira el rostro hacia un lado.

Los labios de Samuel se movían contra los suyos como si lo hubiesen hecho un millón de veces antes, con seguridad. Rubén cerró los ojos con fuerza cuando sintió las manos del mayor subir hasta su cabello, tironeando suavemente de él, así que lo abrazó por la espalda, casi sentía como el corazón iba a salirse de su pecho.

Se seguía sintiendo pequeño, aún cuando era un poco más alto que el mayor, se sentía diminuto, y le encantaba. Adoraba la manera en que sus propias manos encajaban tan bien con la fuerte figura del pelinegro, como si estuviesen hechas para estar allí; y adoraba, también, como sentía el palpitar del otro corazón contra su pecho, acompasados.

Samuel también estaba nervioso, eso lo hizo sonreír incluso más.

Se separaron nuevamente, ambos sonreían, con respiraciones erráticas y suspiros. Rubén estuvo a punto de hacer un comentario sobre lo tierno que se veía Samuel sonrojado, con el uniforme hecho un desastre, y entonces la puerta se abrió, ambos chicos dieron un paso hacia atrás, carraspeando y mirándose, avergonzados por casi haber sido descubiertos.

El pelinegro se giró en dirección al cubo de agua que hacía tiempo se había llenado, y se había estado desbordando.

- Oh, finalmente, Samuel. - se queja Luzu, entrando. - No tenía idea de donde estabas, pregunté por allí y me dijeron que te vieron venir hacía acá.

Luzu mira al peliblanco con extrañeza cuando nota su cabello desordenado y un ligero tono rojo en sus labios, entonces mira a Samuel, con las mejillas sonrojadas.

- Sí, nosotros... vinimos a buscar agua. - se excusa, tomando el cubo con ambas manos y dejándolo en el suelo. - ¿Pasó algo?

- Es lo que yo debería preguntar... - susurra. - como sea, el director está que te busca como un loco, creo que lo mejor será que vayas.

- Ya... iré enseguida. - responde, y le dedica una mirada al castaño, quien al instante traduce como "largo", así que se marcha. - ¿Vamos, tontito? - inquiere, y el peliblanco frunce el ceño.

- ¿No debemos llenar este cubo, también? - cuestiona y el pelinegro niega con la cabeza.

- Necesitaba una excusa para estar a solas contigo; funcionó muy bien, ¿a qué sí? 

Rubén tiene que ahogar una risa. - Menuda rata asquerosa, solamente querías aprovecharte de mí.

- Pero vaya cerdaco estás hecho, si tú me besaste. - se queja, cargando el cubo con ambas manos mientras el peliblanco le abre la puerta.

- Que mentiras tan puercas, triple siete. - regaña. - Pero para que veas lo bueno que soy, yo llevo el cubo para que tú vayas a buscar al viejo ese.

Las manos del menor toman el cubo, y el pelinegro aprovecha para acomodarse el uniforme, y peinarse el cabello negro con los dedos.

- ¿Qué tal luzco? - inquiere, el peliblanco contiene una sonrisita.

- Feo de cojones. - responde con sencillez, y Samuel frunce el ceño. - Anda, vete ya.

Highschool cliché • Rubegetta • (HSC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora