diecisiete: sorpresa

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- Deberías ir a casa. - propone Samuel, poniéndose de pie, el peliblanco lo mira con el ceño fruncido. - Si algo te enfermó lo mejor será que descanses.

Rubén había vivido aquello tantas veces en las últimas semanas que ni siquiera se daba cuenta de que, en realidad, para cualquier otra persona aquello no era algo regular. Se levantó del suelo, y por poco se desploma en el piso blanco, Samuel lo sujeta en un movimiento rápido, y lo acomoda a su costado, poniéndole una mano en la cintura, Rubén frunce el ceño y trata de apartarlo.

- ¿Qué coño crees que haces, subnormal? - inquiere con disgusto. 

- Si te vas a desmayar en mitad del camino, ¿no prefieres que te sujete en lugar de caer como un costal de papas? 

El peliblanco piensa un momento su respuesta, antes de pasar el brazo por el cuello de Samuel. - Quítame esta mano de encima. - señala tomando la mano del mayor y apartándola de su cintura.

La respiración se le corta, sus manos eran más grandes que las suyas, seguramente eran igual de largas, pero lucían más fuertes. Samuel apartó la mano de su posición, con rapidez, y riendo con nerviosismo; quería tomar la mano del menor, y enlazar sus dedos juntos, pero no iba a hacerlo. 

Caminaron a través de todo el pasillo en silencio, y se abrieron paso entre los adolescentes uniformados que los miraban con curiosidad, que extraño par hacían esos dos. Caminaron hasta la oficina del director, y Samuel finalmente se apartó del menor cuando este tocó la puerta con suavidad.

- Eh... hola, - saluda Rubén, con tono dubitativo, mirando al hombre tras el escritorio. - yo... venía a pedir un permiso para poder retirarme antes...

- ¿Motivo? - inquiere el hombre, del otro lado del umbral.

- Estoy enfermo... - dice, pero el director frunce el ceño y se asoma un poco más en la puerta hasta que ve a Samuel.

- Ya veo. - entra en su oficina y vuelve unos minutos después, entregándole un papel. - Puede retirarse, y usted, De Luque, será mejor que vuelva a sus clases antes de que el descanso termine.

- Claro, iré inmediatamente tras acompañar a Doblas hasta la salida. - responde, y cuando el director está a punto de protestar, ambos chicos ya se han girado en dirección al pasillo.

- Sería bueno que llamaras a tu chófer. - propone el pelinegro, y el menor asiente quedamente. - Yo iré a recoger tu mochila, tú siéntate y vuelvo enseguida, ¿de acuerdo?

Rubén iba a decirle algo, como que no era un niño, como que él podía hacer todo eso solo, pero había algo en sus ojos violetas que lo hizo detenerse, había algo en la manera en como se preocupaba por él que lo hizo callarse. Mientras veía al pelinegro alejarse de él, tomó su teléfono y marcó el número de su nana, contestó al tercer timbre.

- Hola, cielo, ¿qué sucede? - inquiere la mujer apenas toma la llamada.

- Hola, nana, yo... me estoy sintiendo algo mal, ¿puedes decirle a Everon que venga por mí? - pide, la mujer contiene un suspiro, como si acabase de escuchar una tragedia.

- Claro que sí, corazón, ahora mismo le digo que vaya por ti. - responde, el peliblanco susurra un "gracias" antes de cortar la llamada. Desde su posición en el pasillo era capaz de ver la puerta de su salón, así que logró mirar perfectamente a Samuel saliendo de allí, con su mochila colgando en una de sus manos, y luego a las chicas que se asomaban en el marco de la puerta para mirarlo alejarse.

Rubén entornó los ojos, claro que no iba a ser humilde cuando todo el mundo le daba tanta atención. - Pregunté a tus compañeros si tenías tareas, así que guardé los cuadernos dentro, Mangel estaba durmiendo sobre su escritorio, los demás le dirán lo que te pasó. - explica.

Highschool cliché • Rubegetta • (HSC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora