once: descanso

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Samuel busca el informe que había demorado más de una semana en escribir dentro de su mochila, sin llegar a encontrarlo, entonces mira a la profesora tras el escritorio, que ojea la tarea de otro chico.

- Disculpe, creo que olvidé mi tarea en mi locker, ¿puedo ir por ella?

La mujer lo mira bajo sus lentes, se habría negado, claro que sí, pero aquel azabache era el consentido del instituto, no en vano habían ganado tantos trofeos en su nombre, así que suelta un suspiro y asiente. - Claro, De Luque, puede ir.

El azabache se pone de pie, apresurado, y sale del salón, los pasillos están vacíos, así que camina con algo de rapidez, pasa los casilleros uno tras otro, hasta que encuentra el suyo, busca entre sus cuadernos y finalmente lo encuentra. Escucha pasos apresurados, y mira por el pasillo, encontrándose con un peliblanco que conoce bien, lleva la mochila colgada de un hombro y el cabello enmarañado.

Una sonrisita se extiende por sus labios, Rubén aminora el paso en cuanto está cerca del mayor, y le sonríe también. - Te quedaste dormido, ¿no es así?

- ¿Tanto se me nota? - inquiere, y entonces la sonrisa de Samuel se hace más grande.

- Tienes dentífrico aquí. - se lleva un dedo a la barbilla, y el peliblanco se talla el punto señalado con el dorso de la mano.

- Doblas, - ambos posan la mirada en el hombre que camina en su dirección. - y... ¿De Luque? - frunce el ceño, mirando a ambos chicos. - ¿Tarde otra vez?

- No, señor, - se apresura el pelinegro. - estaba haciéndole unas cuantas preguntas a mi compañero.

- ¿"Preguntas"? - repite el director, enarcando una ceja en su dirección. - ¿Acerca de qué?

- Los preparativos del baile, - responde el ojimorado. - lamento mucho si lo estoy retrasando en vano.

- ¿El baile para el cual falta casi un año? - cuestiona el hombre, y Samuel asiente.

- Ya me conoce, señor, prefiero organizar los eventos del instituto con antelación, así tenemos más opciones de preparativos, comida, loc~

- Está bien, está bien. - interrumpe el mayor. - Vayan a sus respectivos salones ahora.

- Claro, iré con Doblas a su salón para excusarme con su maes~ 

- No va a ser necesario, yo mismo lo escoltaré, usted puede volver solo. - insiste, el pelinegro asiente quedamente antes de mirar al menor.

- Gracias por tu ayuda. - dice, y el peliblanco asiente quedamente.

- Supongo que me debes una pizza en el descanso.

Samuel niega quedamente. - Una magdalena bastará.

El hombre de cabello gris se aclara la garganta antes de ponerle una mano en el hombre a Rubius e impulsarlo quedamente en dirección al pasillo, no le agradaba esa camadería entre ambos chicos.

(***)

El timbre retumba a lo largo de todo el instituto, y los alumnos salen de los salones entre suspiros y charlas.

- Tengo tanta puta hambre que me podría comer un lobo. - se queja el peliblanco, caminando entre sus amigos, quienes se ríen en voz baja.

Caminan en medio de la multitud que se forma en la cafetería, hasta llegar a la barra, y entonces el peliblanco pide una hamburguesa, y una magdalena de chocolate, el chico de lentes a su lado frunce el ceño.

- ¿Rubiuh, 'tas bien? - inquiere, mientras el susodicho paga por ambas cosas. - ¿No eres tú quien siempre se está quejando de lo insípidas que son esas magdalenas? - la mujer tras la barra frunce el ceño, y Mangel le dedica una sonrisita.

Highschool cliché • Rubegetta • (HSC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora