Y ahí estába otra vez, viendo como entrenabas arduamente, el sudor bajaba en tu frente.
Las mejillas de aquel azabache eran de un color rosa pálido, soltó un suspiro de resignación.
Ni en mil años podría decirle lo que sentía en su pecho, que la amaba con lucura, que cuando ella se acercaba provocaba emociónes diferentes, que lo ponía nervioso con solo su presencia, que le fascina su hermosa risa, que le apetecía probar aquellos rosáceos labios.
- ¡oye Ken! - lo llamaste desde tu puesto, el muchacho de cabellos negros salió de su ensoñación y sus fantasías cuando le llamaste por su nombre.
- ¿si ___? - se acercó a ella, no utilizo sus marionetas para hablar, lo hizo por el mismo, mientras un rubor cubría sus mejillas.
- ¿Que pasa? ¿Estas enfermo? ¿porque estás rojo?, Si no te sientes bien, deberías ir a descansar - pusiste una mano en su frente, un escalofrío recorrió por la espalda de este, tu mano estaba fría, pues te habías asegurado de limpiartelas.
- N-no s-solo t-tengo c-calor - tartamudeo con vergüenza, al verte a los ojos se quedó hipnotizado, su vista viajó a tus labios como deseaba probarlos de una vez.
Su corazón latía desefrenadamente, sus mejillas se pusieron más rojas de lo que ya estaban, tragaba saliva de los nervios, ya no podia seguir reprimiendo aquel sentimiento albergado en su pecho.
- ¿Ken? ¿Qu-....? - no pudiste continuar los suaves labios de Ken te habían callado en un tierno e inexperto beso, pero aún hací era dulce, no tardaste en corresponder aquel gesto.
Por falta de aire se separaron, con jadeos y sus mejillas rojas, Ken agarró tu mano con delicadeza entrelazando sus dedos.
- ___, q-quiero decirte algo importante, tu me gustas, desde hace mucho, tu heces que mi corazón lata con fuerza, cuando te veo pongo nervioso, te quiero a mi lado ___, ¿Me darías el honor de ser mi novia? - te pregunto mientras ponía una de tus manos en su corazón y una de las manos de Ken se Ponía en una de tus mejillas.
Tus ojos se iluminaron, era lo que siempre habías deseado y esperando por mucho tiempo, tus ojos empezaron a cristalizarse.
- Claro que quiero ser tu novia - dijiste soltado una risa y luego lo besaste amorosamente.
Ambos se quedaron un rato hací, para luego separarse, Ken se quito una de sus marionetas y te la puso en una de tus manos, mientras con su mano descubierta encontró la tuya y la agarró suavemente entrelazando sus dedos.
Ambos se miraron con dulzura y caminaron por la calle tomando un paseo con las manos entrelazadas.
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