CAPITULO 21

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REGALO.

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Dejo las llaves en el cuenco que está cerca de la puerta y me acerco a la cocina. Los pasos pequeños que se acercan me detienen. Les doy mimos por algunos minutos antes de seguir mi camino.

Entro a la cocina, observando al moreno que está haciendo nuestra cena. No hay música, solo se escucha las ollas y el olor de la comida llena toda la casa.

Se detiene al darse cuenta de mí, frunciendo el ceño.

—¿Pasa algo?

Sacudo la cabeza.

—No, solo estoy recuperándome. —Arruga las cejas sin entenderme.

—¿De qué?

De mi profesor.

Voy a la nevera, donde agarro un juguito de caja.

—¿Sucede algo? Estas muy extraña.

—No me sucede nada, solo tuve un día largo y solo quiero descansar. —Me acomodo a su lado. —¿Quieres que te ayude?

—No. Ya voy a terminar.

—Haré ensalada de frutas, entonces.

Voy a la nevera y agarro las frutas. Me sigue en cada movimiento y me hago la tonta.

—¿Qué has hecho? —Rompo el silencio.

Lavo las fresas y saco un cuenco para empezar a picarlas.

—Ir a la universidad. —Contesta. —¿Estás segura que estas bien?

Me detengo y volteo a verlo.

—¿Es tan raro que haga una ensalada? —Pregunto.

—Es raro que estés tan callada y que no me hayas reclamado porque tus perros destrozaron tu cojín favorito. —Mi atención va hacia la sala, donde los dos pitbulls están destrozando el cojín que compré. Era una mierda.

—Compraré otro. —Vuelvo a lo mío, empezando a cortar. Sigue mirándome y a mi el enojo va subiendo.

No se porque estoy enojada, no sé porque estoy sintiéndome tan estúpida ahora. Es estúpido que este enojada con él, que quiera llamarlo y gritarle sus verdades. Es estupido que quiera estar en su cama ahora.

Ya no me entiendo. A esta altura no debería sentirme de esta forma, acepte el juego porque sé de qué se trata. Solo es sexo, nada más, pero... <<Basta.>>

—Basta. —Volteo a verlo y como suponía me está mirando. —Ni sigas mirándome como si hubiera hecho algo malo.

—Te miro porque no estoy comprendiendo tu comportamiento. —Se acerca y me toma el rostro. —Hablaras.

Parpadeo cuando las ganas de llorar llegan. Arruga las cejas ahora sí preocupado.

—Solo abrázame. —Pido.

No lo hace, así que lo rodeo, presionando mi mejilla en su pecho. Besa mi cabello con suavidad y no hago el intento de apartarme.

Los latidos lentos me dan tranquilidad y paz, ya sea con él, con mis padres o hasta con Mara, pero es lo que siento con las personas que amo con mi vida y jamás podría cambiar esta parte de mí, por nadie.

Por esto es que debo alejarme de Becher y tratar de mantener la relación más profesional. No puedo darle algo que no estoy dispuesta a darle, tampoco cambiar mi estilo de vida, tampoco puede pedirme que intente alejarme y cambiar esto. No quiero.

LUZIFER ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora