CAPITULO 50

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PERDIDA.

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Barbara Rodríguez.


Alguien me está hablando. La voz es lejana y siento que todo me pesa, que quiero volver a dormir, creo que lo vuelvo hacer porque cuando me despierto otra vez soy más consciente de otros sonidos.

—Si me estás escuchando. Por favor despierta. —Está llorando. —Por favor, Barbara, despierta. Te lo suplico.

Se me aprieta el pecho al escucharla. Nunca ha suplicado. Mamá me ha enseñado que nunca debo suplicar a menos que mi vida se encuentre en peligro, así que escucharla con eso todo solo me hace querer darle un abrazo.

Lucho contra las ganas de volver a dormir y me concentro en mi madre. Los ojos me pesan y me lleva varios segundos cuando puedo abrirlos. Intento hablar, pero no puedo. Mi lengua se siente pasada y mi garganta demasiado seca para hacerlo.

—Ma...má.

—¿Hija?

Los ojos se me cierran otra vez. <<Todo me pesa>>.

—Ma...má.

—¡Necesito un doctor! —Suelta un grito.

—Ma...má.

—Aquí estoy cariño, mamá está aquí. Tranquila. —Intento mantener los ojos abiertos, pero no puedo. Estoy demasiada sensible a la luz. —Despacio cariño no tengas prisa, hazlo con calma.

Humecto mi boca.

—Agua... —Pido.

—Claro. —Se aleja y regresa en segundos. — Aquí tienes. —Acerca el vaso a mi boca con cuidado, con los ojos rojos y húmedos. —Tranquila, tómalo de a sorbo. —Lo tomo de a poquito hasta que sacio mi garganta.

Cierro los ojos, demasiada cansada.

—Barbara. —Me llama en un tono que me hace abrir los ojos.

Trago saliva e intento darle una sonrisa pequeña.

—¿Dónde estamos? —Aunque he tomado agua, siento mi garganta demasiada seca.

—En el hospital.

Le doy una mirada confusa y me preocupo al instante por su aspecto. Se ve más vieja de lo que está y, unas ojeras rodean sus ojos. Su cansancio se nota a kilómetros y, por lo que puedo ver, ha perdido mucho peso.

—Te ves terrible. —Se ríe al escucharme, pero también llora. —¿Por qué estamos en el hospital?

No contesta cuando un médico entra acompañado de un enfermero. La sorpresa es visible en su mirada hasta casi puedo escuchar su suspiro de alivio. Me hacen un examen completo y el enfermero me saca los tubos de mi nariz. Me quejo apretando los labios.

Miro de reojo a mamá buscando una explicación, pero me evade la mirada.

Mamá sigue a mi lado en silencio, escuchando al médico. Cuando nos dejan a solas, ya estoy preparada para preguntar, pero la puerta se abre otra vez. Papá entra con los ojos llenos de lágrimas.

Un sollozo se le escapa y se acerca en zancadas grandes hasta que me rodea, levantándome hacia él. Estoy más desconcertada. <<Esto es extraño.>>

Se aparta, tomando mi rostro en sus manos, observándome como si no fuera real.

—¿Papá?

Me abraza otra vez y miro a mamá quien también está llorando.

LUZIFER ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora