CAPITULO 35

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HANDLING

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—¡Suéltame!

Salto al escuchar ese grito. Observo a mi alrededor, demasiada dormida para ubicarme en donde me encuentro.

—¡He dicho que me sueltes maldito imbécil!

El sueño se desaparece por completo cuando escucho ese grito. Me encuentro con la personas que menos le caigo bien en este momento y, la que se está retorciéndose para salir de los brazos de Antonio.

—¡Dile que me suelte de una puta vez! —Ruge mirándome.

—Intento despertarte con agua. —Explica, mientras señala con su mentón el suelo. Está mojado.

Levanto la mirada encontrándome con Mara. Arqueo una ceja ante eso, porque esto es demasiado infantil. Esto, lo que está haciendo es demasiado. No solo madrugué, sino que hice que tres personas despertaran en la madrugada por ella.

Debería estar agradecida que fuimos por ella, pero es Mara.

—¡Barbie!

—Suéltala Antonio. —Pido, levantándome del sofá, donde me encuentro sola.

Me pregunto donde él estará.

En cuanto Mara queda libre da zancadas grandes hacia mi dirección y voltea la cara con la cachetada que me propina.

—¡Quiero que te largues de mi maldita casa Barbara! ¡Ahora! —Grita con rabia.

Cierro los ojos con fuerza. Aprieto mis labios y me vuelvo hacia ella. <<Ganas de matarla tengo.>> Antonio ya está entre nosotras. Creando una pared.

—Déjame a solas con ella. —Le pido a Antonio, mirándola.

—Estas loca si crees que te dejaré sola con ella. Mi hermano me matara si te toca nuevamente. —Lo dice con seriedad. No hay un atisbo de burla. No lo creo.

Becher no tocaría a su hermano, ni menos por mí.

Mara deja salir una risa irónica.

—Si. Hazle caso como una perrita que necesita órdenes. —Su actitud me hiere.

Como si hubiéramos invocado al problema, Luzifer entra a la sala con una bolsa negra. Su atención cae rápidamente en Mara, luego en su hermano y por último en mí. Su mirada se torna sombría al percatar el sonrojo que tiene mi mejilla.

Vuelve a mirar a Mara en silencio.

—¡Oh por Dios! Tenías que traerlos Barbie ¿¡En serio!? —Hay incredulidad en su voz, como si le debiera algo. —No puedo creerlo, es que...—Menea la cabeza. — ¿Sabes qué? Haz lo que quieras, ya estás jodida.

Se gira y se aleja de nosotros entrando a su habitación con un portazo. Tenso mi mandíbula con fuerza. Paso por el lado de Antonio siguiendo el mismo camino, dispuesta a resolver este maldito problema, pero Luzifer me detiene del brazo.

—No dejaré que entres en esa habitación. Ya hiciste mucho por ella. —Suelta.

Me suelto de su agarre.

—Hablaré con ella. Aclare algunas cosas. —Sigo, pero me detiene otra vez.

—Lo digo enserio Barbara. Si ella te toca nuevamente la joderé. —Es una amenaza. Un escalofrío sube por mí espalda al escucharlo. Lo miro.

LUZIFER ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora