CAPITULO 42

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LA EX

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Barbara Rodríguez.


Después de las 3 todo es una locura. Llegan los vestidos, el maquillista y el masajista. No intentan sacar a Luzifer cuando lo notan, pero sí su madre. Sale con un ceño fruncido y como despedida me da un beso devorador que me deja sin aliento.

Cuando la puerta se cierra me atacan sin dejarme respirar o moverme por mi sola. Me llevan a un sillón cómodo y empiezan a arreglarme las uñas, las cejas y a prepararme la piel. Me abruma que hay tantas manos tocándome, pero intento disfrutar de esto. Lo bueno de esto es que ya no tendré que ir a exfoliarme o arreglarme algo.

No estoy sola, la madre de Luzifer, Nadia y su hermana, Millaray, vienen a acompañarme.

—Así que la única que está casada eres tú. —Hablo mientras mordisqueo una de las frutas.

Millaray asiente.

—Al cumplir los 19. —Me atraganto al escucharlo.

—¿Tan joven? —La miro. —¿Cuántos años tienes?

Ella se ríe.

—Cumplí 27 hace unos meses. —Se encoge de hombros.

—¿Y cómo conociste a Leandro? ¿De la universidad? —Ella se ríe aún más, y Nadia también. —¿Qué sucede?

—Nada. —Responde Millaray. —No conocí a Leandro en la universidad, ni en la calle, lo conocí cuando me lo presentaron con mi prometido.

—¿Qué? —Millaray solo arquea una ceja como si supiera de qué está hablando. —¿Qué quieres decir?

Su madre y ella intercambian miradas significativas. Me meto una fruta en la boca porque no deseo que vean que me molesta el secretismo.

Millaray toma un sorbo de su jugo, pero es Nadia quien me responde.

—Somos una familia prestigiosa. —Empieza a hablar. —El apellido Becher es uno de los apellidos más poderosos de Alemania y los matrimonios en esta familia y en este apellido son arreglados.

Parpadeo al escucharla y miro a Millaray que solo está divertida.

—Pensé que esa tradición ya no existía. —Es lo único que puede decir en este caso. —Entonces se enamoraron.

Ella asiente.

—¿Y el viene de una familia poderosa? —Pregunto.

—Lo es. Mi padre no me permitiría establecerme con un hombre sin nombre, ni menos mi hermano. —Ha dicho hermano, no hermanos.

Claro que no pienso casarme con Luzifer, pero su confesión solo me hace estragos en mi ser. Mi apellido no es poderoso.

—¿Y estabas molesta con eso? —Ella sacude la cabeza.

—Sabía lo que esperaba para mí. —Se encoge de hombros. —Aunque tampoco estaba saltando de felicidad, pero estaba nerviosa, demasiada nerviosa, pero aquí estoy. Ahora tengo una familia, un hijo hermoso y no puedo pedir más.

Sonrió al escucharla.

—¿Cuéntame de tu familia? —Pide Nadia mientras remueve algo en su jugo.

Tomo un poco de mi jugo.

—No somos una familia poderosa, si es tu pregunta. —Responde sonriendo.

Nadia parpadea.

—Oh, no. No estoy preguntando eso. No soy una suegra ambiciosa o alguien horrible para fijarme solo en el apellido. —Las mejillas se me encienden al malinterpretar su pregunta.

LUZIFER ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora