CAPITULO 44

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ANILLO

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Barbara Rodríguez.


El corazón me da un vuelco al escucharlo. Trago saliva, porque no sé cómo reaccionar o qué decir. No tengo la menor idea de lo que debo hacer ahora.

—¿Qué? —Me escucho decir.

—Lo que escuchaste. Se mi esposa. —Parpadeo.

Me quedo en silencio mirándolo directamente a los ojos. Ojos que no se apartan de mí. Está tan tranquilo que lo único que logra es ponerme más nerviosa de lo que ya estoy.

—No es chistoso, Becher. —Digo nerviosa, intentando alejarme de él.

Intentando no correr, porque sinceramente una de las cosas que me da más miedo, es caminar al altar y luego los bebés. Me gustan los bebés, pero no me hace gracia que salgan de mí.

Lo del matrimonio me asusta por lo que significa y por lo que conlleva. Un matrimonio es de estar ahí constantes, de aprender y sobre todo soportar todo lo que se avecina. No negaré que siempre he soñado casarme, de vestirme de blanco, pero temo decepcionarme.

Me impide alejarme.

—Hablo enserio, Barbara. — Trago saliva. —Lo quiero todo contigo. —Siento que mi corazón va a salir en cualquier momento. —Y sé que no es la propuesta más romántica, pero....

—Eso es lo de menos Becher, pero es que no llevamos mucho tiempo... —Lo interrumpo mirándolo. —No estás pensando las cosas con claridad. —Añado luego de unos segundos.

Sonríe.

—Bésame. —Ordena.

No lo hago. No puede cambiar el tema de esta forma, ni menos con este tema. Por Dios, acaba de hablarme de matrimonio ¿Cómo puede pedirme que lo bese así nada más? No puedo.

No puedo hacerlo, porque aún estoy procesando todo.

Su ceño se hunde cuando me quedo en la misma posición, así que él toma mi boca. No le respondo de inmediato, a lo que él se tensa. Gruñe contra mi boca y, un gemido me abandona cuando muerde mi labio inferior.

Deja libre mis muñecas. Rodeo su cuello y su mano baja a mi muslo apretándolo. Entierro mis dedos en su cabello y gimoteo contra su boca cuando me chupa el labio inferior.

Presiono mi sexo contra el contorno de su erección. Su boca desciende por mi mentón y luego en mi garganta donde chupa, dejando humedad en mi piel. Vuelve a mi boca y cuando se aleja tengo los labios adormecidos.

La piel la tengo erizada y los pezones doloridos. <<Quiero que los chupe>>.

Acaricia mi labio inferior. Trago saliva y le doy otro beso, uno pequeño antes de soltar las siguientes palabras.

—Te diré que sí. —Susurro contra su boca. —Siempre te diré que sí, Becher.

Parpadea y veo que lo sorprendo. Sonrió y lo abrazo. Me corresponde el abrazo, fundiéndome contra él.

—¿Lo decías enserio? —Cuestiono con un temblor.

No sé qué respuesta quiero oír. No sé si estaré tranquila si dice que no, que solo está bromeando o algo parecido.

Me aprieta contra él y besa mi hombro.

—Llegamos Señor. —La voz de Antonio nos saca de nuestra burbuja. Levanto la mirada.

LUZIFER ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora