CAPITULO 38

4.1K 374 282
                                    

NEGACIÓN

*****************


Barbara Rodriguez. 


Media hora después vuelvo a la habitación con otro enfermero, esta vez un hombre, ya que la otra mujer no quiso volver quizás por lo que vio o por la mirada que le di. Sea cual sea, tomó la decisión más inteligente.

Quiero pensar que no soy celosa, quiero pensar que soy mejor persona después de lo que pase con Nicholas, pero la realidad es distinta. Los celos que ahora siento son diferentes, es un sentimiento que me hace querer matar a alguien.

No me gusta lo que me provoca Luzifer. No me gustan estos celos que me enferman, porque quiero pensar que soy mucho mejor que Nicholas, que no soy igual que él y quiero seguir pensando así, sin importar lo que quiero hacer.

Nos acercamos por el pasillo que está custodiado por hombres armados. Aparto los pensamientos que me vienen, porque esto no me puede suceder.

Nadie puede subir a este piso, sino tiene una autorización. No se si es obra de mi abuelo, de mi padre o de Luzifer, pero se que los tres hombres han estado tomando medidas drásticas. No me quejo y no quiero quejarme, quiero seguir detrás del muro.

Entre esos hombres está el hermano de Luzifer, Antonio. Se acerca con una sonrisa de oreja a oreja. Es un gesto que sigue sorprendiéndome, porque su hermano no es así como él.

Luzifer es tan serio.

—Yo la llevaré. —Habla al enfermero. El hombre no duda en alejarse en silencio. —Pensé que tenía que ir por ti.

Inclino mi cabeza al escucharlo.

—¿Y por qué pensaste eso? —Pregunto.

—Luzifer. —Es su única respuesta.

Me muerdo la sonrisa y vuelvo a mirar a los hombres que custodian el pasillo.

—¿Es necesario? —Se la respuesta, pero quiero escucharla.

—Te querían muerta, Barbara. —Responde.

—Suenas seguro. —Señalo. —¿Sabes algo?

—No tengo que tener un informe para concluir que te querían muerta.

—Muertos. —Le corrijo. —Eric estaba conmigo. Nos querían muertos a los dos, no solo a mí.

—Es lo que dije. —Suelta y sacudo la cabeza.

—¿Pero sabes algo? —Insisto.

—Por el momento nada. No tenemos nada.

Suspiro al escucharlo.

—Eso quiere decir que tendré guardaespaldas. —Susurro.

—Lo tendrás.

—¿Comió? —Cambio de tema.

—Si.

Cuando entramos a la habitación no lo veo por ningún lado, pero si escucho la ducha. Antonio me ayuda a acomodarme en la cama, aunque me niego a su ayuda, pero no me escucha. Me arropa como si fuera una niña, pero no digo nada.

—¿De verdad comió? —Pregunto otra vez.

Al igual que él, me preocupo por su salud.

—Si Barbara, él ya comió.

Asiento, menos preocupada.

—Gracias.

—No vuelvas a dar un susto de ese tamaño, Barbara. —Lo miro cuando su tono adquiere un tono serio.

LUZIFER ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora