Pontificar

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Era una tarde más, como cualquier otra, en el Café Van Gogh. Astrea, con la mirada perdida en el infinito, daba vueltas en círculo por encima de la mesa, gesticulando con vehemencia y soltando un discurso que habría sido magnífico, si realmente hubiera alguien escuchando.

-Mmmm... ¿Hace eso a menudo? -preguntó Mario, francamente preocupado.

Bueno, realmente sí que había alguien escuchando. Su pregunta sacó a Raquel del estado de éxtasis en el que la habían dejado las palabras de Astrea, consiguiendo que se volviera, de mala gana, a mirar a Mario.

-Ah, sí, no te preocupes -gruñó, apurando un trago de su cerveza- . Es normal. ¡Eh, Artemis! Que se te acaba el tiempo.

Astrea gruñó, se detuvo en seco, y echó veinte céntimos a una jarra vacía en medio de la mesa. Después, siguió con su discurso.

-Perfecto, veinte céntimos hacen veinte minutos más de pontificar. Tú sigue, te escuchamos. O no -y volvió a beber.

-Pero qué demonios pasa con vosotros, gente.

-Ah, veo que ya conociste su faceta de pontífice -Dorian apareció por detrás, y pasó un brazo y una sonrisa radiante sobre los hombros de Mario- . Eh, R, ¿cuál es el tema de hoy?

Raquel levantó los ojos hacia el rostro de Astrea, absorta en lo suyo, y los bajó al instante para hundirlos de nuevo en la cerveza.

-Creo que está despotricando sobre las TERFs. Otra vez.

-Vaya, dos veces una semana, debe de estar muy molesta -se burló Dorian, tomando asiento a su lado- . El lunes fueron los vientres de alquiler, el martes, los franquistas en el Congreso, ayer, los problemas de la industria cárnica...

-Sólo un día contra los fachas, guau, está perdiendo fuelle -Erni apareció de no se sabe dónde, y apartó a Dorian para hacerse espacio. Este, en lugar de mosquearse, sonrió de oreja a oreja y se sentó sobre su regazo, echándole los brazos al cuello con sorna. Erni resopló, pero no hizo por apartarle.

-Nah, estamos en febrero, es que pronto le toca protestar sobre la capitalización del día de San Valentín... A propósito de eso, ¿me vas a regalar algo, Erni?

-Dorian, no pongas ojitos, ya hemos hablado de esto. Y quítate de encima. ¿Ha dicho algo interesante, R?

Pero Raquel no escuchaba. Había vuelto a perderse en las palabras de Astrea y su cerveza.

Café Van Gogh (Les Miserables AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora