Hermana

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Aún era pronto, y el café estaba desierto, aunque Raquel ya estaba borracha. Por eso le sorprendió tanto ver entrar a Astrea ese lunes.

Pero más le sorprendió su aspecto. Astrea, que solía ir, si no arreglada, sí al menos elegante, llevaba una falda de cuadros roja y una camiseta de Green Day totalmente desgastada y rota. Sus enormes  botas militares  podrían aplastar cabezas bajo ellas, y sus ojos intimidaban bajo todo ese maquillaje negro. Raquel pensó que había bebido demasiado, porque, por mucho que se pareciera a Astrea, aquella no podía ser Astrea, era demasiado punk como para ser Astrea.

Terminó de confirmarlo cuando se fijó en su cabello: azul eléctrico, y cortado desigual por encima de los hombros. Aquella chica no era Astrea, pero se le parecía muchísimo. Y miraba a su alrededor con expresión perdida.

-¡Eh, punki! -llamó, y ella la miró confusa- ¿Te has perdido?

-No, estoy bien… -incluso su voz sonaba parecida a la de Astrea, aunque más tímida. Era, sin embargo, un par de cabezas más bajita que ella- He quedado con alguien.

-¿Y no ha llegado? Puedo esperar contigo, si quieres -sonrió con lo que esperaba que fuera coquetería, pero estaba demasiado borracha para afirmarlo.

-No, estoy bien.

-¿Sabes, punki? Me recuerdas mucho a alguien. A una rubita con mal carácter y nombre impronunciable. Astrea Enjolras, ¿te suena?

-Es mi hermana -la niña que parecía Astrea pero que obviamente no era Astrea frunció el ceño. No, no era Astrea. El azul de sus ojos era más oscuro, menos puro- . ¿La conoces?

-Es mi amiga -¿qué más daba una mentira más?- . Raquel -se presentó- . Siéntate, te invito a una copa. ¿Y tu nombre?

-Minerva. Pero mis amigos me llaman Mina.

Mina se sentó a su lado, y se dejó invitar. Y Raquel descubrió que también era mucho más dada a la conversación trivial que su hermana, y que resultaba agradable hablar con ella. Raquel se encontró buscando rasgos de su Artemis en la melodía de su voz, más aguda y menos profunda, en la forma de sus ojos, más redondos, en la curva de su nariz, más recta, o en su sonrisa, más abierta. Era como una Astrea en miniatura, con la que era más fácil hablar y reír.

Astrea no llegaba, pero hablar con Mina resultaba fácil. Agradable y accesible. En poco tiempo, se encontraron hablando de Astrea, ya que cada una de ellas sentía fascinación por ese lado de su vida que sólo la otra conocía.

-Así que -intervino Raquel, por enésima vez- no sois hermanas del todo.

-No. Su padre murió poco antes de que ella naciera, y mamá empezó a salir con mi padre. Se casaron cuando yo tenía cinco años. Astry ha salido a mamá, y yo, a mi padre.

-Qué dices, pero si sois idénticas. Excepto por lo del pelo azul y corto y eso... Y el rollo punki...

A Mina se le escapó una carcajada. Raquel la miraba con sus enormes ojos verdes muy abiertos, intentando captar hasta la última diferencia entre las dos. Se le hacían más evidentes cada vez… pero a la vez más difíciles de distinguir. Y se preguntaba en silencio por qué hablar con su Artemis no podía ser igual de fácil que hacerlo con Minerva.

-El rollo punki, dice... Deberías haberla conocido antes de irse de casa. Yo soy normalita en comparación.

-Qué dices. ¿Artemis, punki? Imposible.

-Que sí, mujer. Llevaba el pelo teñido de negro y cardado, el cuerpo lleno de piercings, y más cuero sintético encima del que verías en una peletería. Nunca salía de casa sin pintarse los ojos de negro y los labios de rojo oscuro.

Café Van Gogh (Les Miserables AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora