Mudanza

34 2 59
                                    

-¿Es definitivo, entonces?

Dorian nunca había visto a Astrea mirar a su alrededor tan perdida. Parecía un gatito abandonado en la cuneta.

Dorian cerró la última caja, y ella le ayudó a llevarla a la entrada. Volvieron a la habitación en la que había vivido el último año. Qué grande, qué vacía parecía ahora. Qué triste resultaba verla así.

Pasearon la mirada por las paredes naranjas, pero, sin la presencia de Dorian allí, aquel cuarto ya no parecía parte de su hogar.

-Lo siento, mademoiselle. Es lo mejor para todos. Yo... no puedo seguir aquí.

Astrea lo entendía. Pero, después de dos años y algo, iba a ser difícil aprender a vivir sin él. De repente, una de las dos patas que mantenía la mesa de su vida en equilibrio iba a desaparecer, y le iba a costar mucho recuperarse.

-¿Qué... qué le vas a decir a Erni?

Dorian no respondió, y le evitó la mirada. Aquello la enfadó un poco. Ya que Erni era el motivo de su marcha, por lo menos podría tener la decencia de darle una explicación.

-Dorian, no puedes hacer eso. Es tu amigo, y ya sabes cómo es. Se va a sentir aún más culpable si  te vas sin decirle nada.

-¿Y qué quieres que le diga? ¿“Hola, cuando te conocí me propuse llevarte a la cama costara lo que costara pero ahora me he enamorado de ti como un idiota y sé que tú me correspondes, pero nunca querrás hacer nada al respecto porque te da miedo que te haga daño y no puedo seguir viéndote a todas horas y pensando en ello, así que me voy de casa"? ¿A ti de verdad te parece una buena idea? Porque si no me odia ya, eso conseguiría que lo hiciera.

-Mmmm. Hola.

Dorian palideció tanto que, si Renée hubiera estado allí, se habría preocupado seriamente. Por suerte, allí sólo estaba Astrea, que de alguna forma había conseguido ponerse también aún más pálida de lo que era.

Erni estaba en la puerta, mirando con expresión triste las cajas y la habitación vacía. No le habían oído llegar.

-Erni. ¿No tenías hoy prácticas?

-Me las han cancelado. Así que... ya te vas.

-Bueno, yo... os dejo solos para que os despidáis -masculló Astrea- . Cuídate mucho, monsieur -y atrapó a Dorian en un fuerte abrazo que deseó que pudiera durar para siempre- . Y recuerda que siempre tendrás aquí un sitio por si... por lo que sea.

-Claro, no alquiléis mi cuarto -trató de sonreír- . Volveré más a menudo de lo que piensas.

Astrea se marchó, y le dejó con Erni y la electricidad estática que de pronto había invadido la estancia y le hacía chisporrotear los pelos de la nuca. Ninguno de los dos se había movido de su sitio, ni dicho nada.

-Así que... -se atrevió a decir Dorian- ¿Cuánto has oído?

-Yo... Lo siento. No sabía que tú...

-¿Cambia algo que lo sepas? ¿No me darías una oportunidad?

-...no. No funcionaría. Me harías daño, y ambos lo sabemos. Tenemos formas muy distintas de ver una relación.

-¡No, no lo sabes! ¡No sin darme una oportunidad! No soy el jodido infiel que tú te crees.

-¿Dejarías de ligar y de besar a todo el mundo por mí?

-... -Dorian titubeó un poquito- sí.

-Pero es tu forma de ser. Y yo no puedo pedirte eso. Además, ¿qué hay de Johan?

Ah, ahí estaba. Siempre Joan. Dorian mismo se lo había preguntado mil veces. Erni y Joan eran tan distintos... pero tan adorables, cada uno a su manera. Y no se veía capaz de renunciar a ninguno de los dos. Así que no pudo contestarle.

-Eres mi mejor amigo, Dorian -suspiró al fin Erni, acercándose a él. Tenía las gafas empañadas, y resultaba imposible ver sus ojos bajo ellas- . Y no quiero estropear eso. ¿Lo entiendes? -a Dorian no le quedó más remedio que asentir porque, si intentaba hablar, se le iban a escapar las lágrimas- Ven aquí -y le envolvió él también en un abrazo cálido, pero rígido, tímido. Siempre el estilo Erni, distante, aunque cariñoso, se sonrió Dorian. Cuando le besó en San Valentín fue igual; no podía olvidarlo aunque ya hubiera pasado un año- . Espero... espero que te vaya muy bien en el nuevo piso. Aunque... me va a costar manejar a Astry sin ti.

-Oh, eso es fácil -se permitió reír- . Amenázala con traer a R si no se comporta, ya verás cómo funciona. Y no dejes que se pase tres días estudiando y sin dormir.

-¿Por quién me tomas? -y esta vez rieron los dos- Te voy a echar de menos... compi.

Dorian no dijo nada más. Se le había anudado la garganta.

Astrea le ayudó a cargar en el coche las cajas y las maletas, y le llevó hasta el nuevo piso. No dijeron ni una palabra en todo el camino. No había nada que hablar ya, y cualquier palabra no haría más que agravar el dolor de la separación.

Su nuevo compañero de piso le recibió en pijama, fumado, y con una vaga noción de que aquel no era el día que se supone que iba a mudarse, pero no dijo nada. Incluso le ayudó a deshacer las cajas y a instalarse un poco. Era agradable.

-Bueno, te dejo que te instales -era imposible discernir si lo de su voz era sueño o efecto de la droga- . Si necesitas cualquier cosa... -bostezó- estoy en la habitación de al lado.

Se llamaba Mario. Estudiaba Derecho también, aunque iba un año por detrás que Dorian. Era agradable, distraído, y un auténtico desastre, pero le caía bien.

A Dorian le sorprendió darse cuenta de que, en cualquier otra circunstancia, ya habría estado pensando en cómo llevarlo a la cama. Pero, sinceramente, estaba harto de líos de faldas por un tiempo.

Café Van Gogh (Les Miserables AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora