Primera confesión

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Astrea estaba dormida en su sofá. Bueno, matización. Astrea estaba dormida y herida en su sofá. Era un detalle importante.

Joan se había ido a casa. Estaba bien, y no quería dejar solo a Lope mucho tiempo. Al gato no le pasaba nada, pero él se ponía nervioso.

Aunque nadie iba a ponerse más nerviosa que Raquel. Porque Astrea estaba dormida y herida en su sofá, y ella estaba un poco (vale, bastante) borracha, y Beatriz probablemente pasaría la noche en casa de Mikel, así que estaban solas.

Debería haberla llevado al hospital. Maldita sea, la sanidad pública servía para eso, ¿no? Pero Astrea la mataría si despertaba en un hospital rodeada de extraños, y quién sabe si la policía no estaría buscando a los manifestantes, y, sinceramente, Raquel había entrado demasiado en pánico cuando la vio cubierta de sangre como para pensar con claridad.

Astrea seguía durmiendo en el sofá. Raquel se fumó tres cigarros, hizo la cena y se la comió (no sin apartar un plato por si la rubia despertaba), terminó de pintar el trabajo para el día siguiente, se abrió otra cerveza, y, ante la falta de espacio en el sofá en el que tirarse a ver telebasura, decidió que sería una mejor idea irse a su habitación y tratar de dormir ocho horas por una vez en su vida.

Pero el sueño no quería llegarle. No podía olvidar que su Artemis, su Calíope, su rayo de luna, dormía en el sofá a apenas una pared de distancia. Pero no era sólo que durmiera. Era que se había desplomado ante su puerta, ensangrentada y agotada, cargando con un amigo herido, y con la desesperación mal camuflada en los ojos. Y Raquel se dio cuenta realmente, por primera vez, de dónde se había metido, de lo que iba a sufrir por ella, de lo rápido que podría perderla si se torcían las cosas.

Aquella revelación la fulminó como un rayo helado. Porque la quería. La quería como se quiere a la estrella polar en una noche oscura, y no podía soportar enfrentarse a siquiera la idea de perderla.

Así que corrió a la nevera, y abrió una cerveza, y luego otra, y otra. Pero el alcohol, lejos de hacerle olvidar su miedo, no hizo más que fijárselo con alfileres por debajo de la piel.

-Esto no es justo -lloriqueó finalmente, desplomándose en el suelo al lado del sofá, aún con una cerveza abierta en la mano. La respiración de Astrea, suave y regular, le estremecía la nuca, y un leve aroma a sangre inundaba el salón- . Me has arrastrado, me has cautivado totalmente, y ni siquiera te das cuenta. Y yo me he metido en algo que no comprendo y en lo que no creo, sólo por estar cerca de ti. Porque creo en ti. Necesito creer en ti, porque si no, ¿qué me queda? Pero tú no me necesitas, no necesitas a nadie, y te lanzas de cabeza al peligro y te dan igual todos a los que dejas atrás, mientras estén a salvo. Pero estar a salvo no es vivir, sólo... sobrevivir. Y sobrevivir sin ti no merece la pena, y yo... creo que estoy enamorada de ti, Calíope... Astrea.

Era la primera vez desde que se habían conocido que la llamaba por su nombre. Pero Astrea no contestó. Seguía dormida.

Raquel suspiró. Se terminó la cerveza de un trago, y volvió a encerrarse en la habitación. Con suerte, la borrachera la ayudaría a dormir.

Pero Astrea no estaba dormida, no del todo. Llevaba un buen rato en ese estado de duermevela entre el sueño y la vigilia, cuando comienzas a despertarte, pero aún no consigues abandonar las garras del sueño. Escuchaba amortiguado lo que ocurría alrededor, y sentía lo que le quedaba cerca de la piel, pero filtrado a través de la niebla de los sueños, difuminado en irrealidad.

Había escuchado cada palabra salida de los labios de Raquel. Pero, en su adormilado estado somnoliento, no era capaz de interpretarlas. Le llegaron como rumores del sueño, como verdades del subconsciente demasiado crueles que hubiera preferido no escuchar nunca. Y, aunque hubiera estado consciente, lo habría achacado nada más que a los desvaríos de una borracha.

Habría que tener en cuenta más a menudo, sin embargo, eso de que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.

Café Van Gogh (Les Miserables AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora