Presentación

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Aquel día, Astrea llegó a casa corriendo, a punto de hiperventilar, y con el rostro totalmente pálido.

Erni estudiaba distraídamente en el salón, y Dorian estaba allí, probablemente harto de Mario y sus dramas amorosos, pintándose las uñas a una distancia prudencial de su amigo. Para haberse mudado hacía poco, pasaba todavía demasiado tiempo allí.

-¡Código rojo! -gritó Astrea nada más entrar, dejando caer la cartera en el suelo, que hizo retumbar un CLONC por toda la estancia- Mi hermana quiere venir a una reunión de los Vientos. Socorro. ¿Qué hago?

-Tráela -respondió inmediatamente Dorian, sin levantar la vista de su pintauñas naranja chillón- . ¿Cuál es el problema?

-Mario. Raquel. Tú -espetó Astrea- . Bueno, en parte. ¡Ese no es todo el problema!

-No, claro que no lo es -Erni dejó el enorme manual que estaba intentando leer, y se apresuró a atender a la conversación- . El problema es Mina, que es demasiado influenciable. Y demasiado cabezota, y demasiado voluble, y demasiado propensa a meterse en líos. No la querrías a tu lado en un disturbio.

-¡Venga ya! Es una Enjolras, ¿no? ¿Cómo de horrible puede ser?

-No quieras saberlo.

-De todos modos, ¿cuántos años tiene tu hermana?

-Mmm... ¿Veinte? ¿Veintiuno?

-Eres un desastre -suspiró Dorian- . ¿Y no crees que ya es mayorcita para ir adonde quiera?

Y como no había forma de rebatir ese argumento, ni forma de impedir que la pequeña Enjolras (aunque no lo fuera realmente, porque sólo eran hermanas por parte de madre) acudiese a la reunión, llegó el jueves, y una pequeña punki con medias rotas y pelo azul eléctrico se plantó en medio del Van Gogh junto a una muchacha rubia de enormes ojos grises ocultos tras unas viejas gafas redondas que miraba a su alrededor entre asustada e indiferente.

-¿Qué hace ella aquí? -casi gritaron a la vez Raquel y Mario.

-La punki es la hermana de Astrea, ¿no? -comentó Beatriz, con una sonrisa que el vaso de cerveza no lograba ocultar- . ¿Ya la conocías?

-Oh, mierda, espero que no se acuerde de mí... -masculló Raquel, y vació el vaso de un trago. A punto estuvo también de esconderse debajo de la mesa.

-¿Y la rubia?

-¡Es compañera mía de clase! -saltó Joan, demasiado sonriente por algún motivo- Se llama Ángela, Ángela Fauchle... Fachla... Algún apellido impronunciable, pero es buena. No sabía que se conocían...

-Es un ángel... -suspiró Mario, sobresaltando a todos. Y la revelación de que aquella muchacha esmirriada embutida en una sudadera demasiado grande de algún grupo de rock de nombre también impronunciable era la paloma por la que suspiraba Mario fue como un cubo de agua fría sobre las cabezas de todos.

-No puede ser...

-¿Es ella? -se burló Renée. Tal como hablaba Mario de ella, cualquiera diría que era una princesa, pero... bueno, la palabra "gris" se le quedaba corta. Era alta, muy delgada, de rostro serio, líneas rectas y ropa ancha, y desde luego, no la persona en la que alguien se fijaría a primer vista- Esperaba algo... distinto.

-¡Oye! -protestó Mario- No seas mala, Joly. Además, tenéis muchas cosas en común...

-Si habéis terminado ya de hablar de nosotras a nuestras espaldas -espetó la punki, y todos saltaron en el sitio, porque su voz restallaba igual que la de Astrea, aunque más aguda- , quizá queráis empezar con lo que hemos venido a hacer.

Café Van Gogh (Les Miserables AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora