Astrea

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-¡Astrea, despierta! ¡Llegamos tarde! -alguien le dio con una almohada en la cara, y Astrea abrió los ojos, adormilada.

-¿Astrea...? -su mujer nunca la llamaba Astrea. Salvo que estuvieran discutiendo, o estuviera preocupada, o nerviosa, o... -¡Mierda! ¡La exposición!

Miró el despertador, ese con forma de Torre Eiffel que Dorian le había regalado. Las 9.43. Se suponía que tendrían que estar en la galería a las diez y media... y a ella se le había olvidado poner el despertador.

-¡A eso me refiero!

Apenas les dio tiempo a engullir un café, ducharse a toda prisa, y subirse mutuamente las cremalleras de los elegantes vestidos que por suerte llevaban fuera del armario desde la noche anterior antes de salir corriendo. Normalmente, Astrea no tenía permitido conducir por eso de que era un peligro al volante, pero aquel día hacían falta sus instintos kamikazes. Así, lo que normalmente era un trayecto de media hora hasta la galería, se convirtió en menos de 20 minutos y unos cuantos conductores al borde del infarto.

Era una galería pequeña, dedicada más a la cultura local que a otra cosa, pero y qué. Era una exposición suya. Sólo suya. La primera que tenía... y estaban llegando tarde a la inauguración.

Erni esperaba a la puerta, más formal que nunca con aquel traje azul oscuro, y sonreía de oreja a oreja, junto al cartel informativo de la exposición. "Raquel Grantaire", indicaba el cartel, y, bajo su nombre, su pintura más famosa, aquella Artemisa guiando al pueblo con la bandera arcoíris. Sí, esa misma que le había regalado a la que ahora era su mujer por San Valentín, hacía ya tantos años.

-Por fin llegáis -saludó Erni, haciendo como que no había visto las horribles maniobras de Astrea al aparcar que casi acabaron con el coche estrellado con el de delante. Los años le habían dejado con menos pelo y más cansancio, pero seguía igual de sereno que siempre- . Empezaba a temerme que os hubierais puesto a discutir y no llegarais hasta mediodía...

-No exageres, nosotras nunca haríamos eso -protestó Astrea, mientras abrazaba a su más antiguo amigo.

-Sí, sí lo haríamos -se burló Raquel, y su esposa suspiró.

-¿Dónde están los demás?

-Dorian y Joan se han ido a desayunar mientras os esperaban. El resto ya están dentro.

Dorian y Joan llegaban en ese momento. Los años no habían estropeado los rizos de Dorian ni su sonrisa traviesa; si acaso, lo habían convertido aún más en un don Juan. El sombrero de copa que llevaba era quizá demasiado elegante, pero teniendo en cuenta que Joan vestía una chaqueta de oficial y un enorme pañuelo decimonónico al cuello, no era lo más raro de la escena. El poeta se había cortado la trenza hacía años, y ahora llevaba el cabello recogido en una pequeña coleta en la nuca.

-¡Por fin! -la escena se convirtió en un caos de abrazos, besos, saludos y otros gestos de cariño- Mira que hacernos venir desde Madrid y llegar tarde...

Astrea y Raquel se habían marchado de Madrid, sí. Cuando Mina acabó la carrera y se marchó a Salamanca, a la rubia ya no le quedaba nada que la retuviera allí, y quería alejarse de su padre. Esperó, sin embargo, a terminar la carrera y a que sus amigos salieran de la cárcel, y luego, unos cuatro años después, le pidió matrimonio a Raquel y se marcharon a Bilbao, donde habían vivido desde entonces.

Eran felices allí. Podían olvidar las miserias del pasado, y no había tantos alicientes para volver a construir barricadas en las calles, lo cual ya habían aprendido que era una mala idea.

Habían decidido que era mejor optar por la vía diplo. Astrea era ahora algo así como "esa temida periodista delante de la cual mejor mantener la boca cerrada", experta en destapar e investigar los trapos sucios de cualquiera. Erni era médico en un pequeño pueblo de la sierra de Madrid, Dorian se había convertido en un gran abogado al que no le importaba enfrentarse a las grandes empresas, y Joan, aparte de profesor de instituto en el mismo pueblo que Erni, era el referente de la poesía social madrileña. Seguían intentando cambiar el mundo, pero más pacíficamente que cuando eran jóvenes.

Café Van Gogh (Les Miserables AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora