Poliamor

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-No, no, no, ni hablar. No vamos a ir de excursión al campo. ¿Sabes la cantidad de bichos que podrían picarnos? ¡Y los accidentes! Podríamos rompernos una pierna, o algo peor. ¡Y no me hagas hablar del tiempo! Seguro que está nevado y cogemos una pulmonía...

Era difícil pasear por la calle con Joly cogida del brazo en medio de su abstracción hipocondriaca. Eran una pareja peculiar, y no sólo porque ella fuera mexicana y él marroquí, sino porque él era la persona con más mala suerte del mundo, y ella se preocupaba demasiado para su propio bien (y el de él).

-Venga, Renée, por un día no va a pasar nada, ya verás. Será divertido.

Y, casi por llevarle la contraria, pisó la única caca de perro que había en diez metros a la redonda. Tuvo que echarse a reír, porque al menos era la primera del día.

-Por no hablar de que podríamos perdernos sin remedio y morir de hambre en el bosque, o experimentar una reacción alérgica a todo tipo de elementos extraños, o...

Félix la dejó seguir. No ganaba nada con intentar tranquilizarla, salvo ponerla más nerviosa, y había aprendido a la fuerza que era mejor dejarla expresar sus paranoias hasta que se calmara, al menos un poco. Así que siguió andando, atento a posibles pieles de plátano o charcos que pudieran seguir desafiando su mala suerte.

Tan atento iba al suelo, que no vio la farola que tenía delante hasta que se estampó con ella. El fuerte CLONC que siguió al golpe sacó por fin a Renée de su espiral paranoica a tiempo para verle caer al suelo, aturdido.

-Oh dios mío -se agachó a su lado, con la preocupación pintada en su rostro pecoso, y sus pequeñas manos palparon el chichón que empezaba a crecerle en la frente, arrancándole una mueca de dolor- . ¿Estás bien? ¿Te duele?

-Sólo un poco -se rio- . Mierda, tenía que haberlo previsto, si no es el suelo, son las farolas, el universo conspira contra mí... -y a su carcajada se unió la risa nerviosa de Joly- Además, aquí está mi doctora para curarlo. ¿No me recetas un beso?

-Eres un idiota -sonrió ella, pero le besó el chichón antes de ayudarle a levantarse- . Venga, nos vamos a casa, hay que ponerte hielo y crema anti-inflamatoria antes de...

-Renée, que estoy bien. Vamos a seguir con el paseo, ¿vale? Sólo es un chichón.

-¡Ni de broma! ¿Sabes la de complicaciones que podría traerte un moratón mal tratado?

-No, pero sospecho que estoy a punto de saberlo...

-¡No te rías! ¡Es un tema serio! Puede derivar en...

Félix ya ni siquiera escuchaba, asentía en silencio, y mientras tanto, seguían paseando. Hasta que Renée empezó a ponerse roja por falta de aire a causa de su perorata.

-¡Renée, joder, ya vale! ¡Que estoy bien!

-¡Y una mierda! ¡Eres un descuidado, y encima...!

Ambos callaron de golpe.

Una señorita pasó por delante de ellos, ajena a su discusión. Era soberbia, de pies pequeños y manos delicadas, melena castaña ondeando al viento, piel bronceada, y bien vestida. Los hoyuelos de las mejillas le enmarcaban la sonrisa, y en sus ojos había un brillo sobrenatural, como si supiera cosas a las que el resto no pudieran tener acceso.

Sólo pasó por su lado, caminando con la delicadeza de una flor a la deriva del viento, pero su presencia permaneció en el aire mucho tiempo. Y, mucho después de que hubiera desaparecido de la vista, Renée y Félix seguían con la mirada perdida tras ella, absortos en su presencia.

Félix fue el primero en reaccionar, sacudiendo la cabeza como quien sale de un sueño, aún con un brillo obnubilado en los ojos.

-Creo que acabo de enamorarme -susurró.

-Yo también -respondió Renée.

Ambos se miraron, y rompieron a reír.

Café Van Gogh (Les Miserables AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora