Utopía

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Dejar a Mario le había venido bien a Ángela. El chaval era un poco rarito, de todas formas, se decía ella. Y, por culpa de su enamoramiento, había dejado de lado todo lo demás. Tendría que haberse pasado el mes preparando el papeleo y las cosas para irse a Inglaterra, no tonteando con un acosador con menos de media neurona funcional. Vaya pérdida de tiempo.

Por eso, cuando le llegó un nuevo mensaje suyo, tuvo ganas de tirar el móvil por la ventana. No había pasado ni un día, y el muy idiota ya le estaba escribiendo de nuevo.

Pero le fue cambiando la expresión a medida que leía. No podía ser más estúpido.

«Te marchas, y te has marchado de mi vida. No puedo vivir sin ti. Ya sabes qué palabra te he dado; voy a cumplirla. Voy a morir en la barricada. Reza por mí, mi ángel»

-Si no se muere ahí, lo mato yo -gruñó Ángela- . ¡Será idiota! ¡Mina! ¿Dónde estás?

Mina estaba en el salón, pegada al televisor que daba las noticias. Estaban retransmitiendo en directo los disturbios del centro, las barricadas que se habían levantado. Ángela suspiró. Había perdido la pista de lo que estaba pasando hacía casi cuatro días, pero seguro que seguía teniendo algo que ver con Astrea y los demás.

-¡Mina! ¿Sabes algo de tu hermana? -Mina negó con la cabeza, sin apartar la mirada de la pantalla. Abrazaba un cojín, y parecía asustada. Probablemente ella también se olía que Astrea andaba en medio- Escucha, el idiota dramático de mi ex novio me ha mandado esto -y le enseñó el mensaje.

Mina resopló. No era ningún secreto que no le caía nada bien Mario, así que aquello no le sorprendía en absoluto. Pero tampoco era ningún secreto que Mario tenía la iniciativa de un ficus, así que lo de la barricada no era, probablemente, cosa suya. Probablemente, todo era cosa de Astrea.

-Creo que están todos ahí... -musitó Mina, volviendo a clavar la mirada en la pantalla. Le pareció haber visto de reojo a Beatriz tirar una piedra a una farola en la tele, pero no sabría decirlo. No los conocía tanto, y todos llevaban la cara tapada- . Creo que esto es cosa de Astry, y que están todos ahí... Pero, ¿dónde?

-San Ginés -respondió su amiga, sin inmutarse.

-¿Cómo lo sabes?

Ángela no dijo nada; le enseñó la pantalla de su móvil. Había llegado un nuevo mensaje de Mario.

«Cuando todo esto acabe, recoge mi cadáver en San Ginés. Sé que esperará por ti»

-Desde luego -resopló Mina- , tu ex es un puñetero idiota dramático.

-¿Y qué vamos a hacer?

-¿Qué vamos a hacer? Vamos a sacar a nuestros idiotas de la barricada.

A sus idiotas de la barricada, todo hay que decirlo, no les estaba yendo muy bien. Sin recuperarse del todo de las pérdidas de Joan y Nina, de la inconsciencia de Raquel y Beatriz, la moral estaba por los suelos. Habían pasado las últimas dos horas pasándose en círculo una botella tras otra, intentando acallar el hambre y la tristeza, y cantando canciones melancólicas. Hasta Astrea cantaba y bebía con lágrimas en los ojos.

La utopía, decía el escritor, cuando se convierte en insurrección, es siempre por su cuenta y riesgo. La utopía que pierde la paciencia y se convierte en disturbio sabe lo que le espera; casi siempre llega demasiado pronto. Entonces se resigna y acepta estoicamente la catástrofe en vez del triunfo, y acepta con magnanimidad que la abandonen. Nuestros héroes aún no lo habían hecho, pero no tardarían en llegar a ese punto.

Habían requisado toda arma dejada atrás por los antidisturbios tras el primer ataque. Porras, escudos, escopetas... todo lo que había caído tras la barricada (y sobre ella) engrosaba ahora las filas del pequeño ejército revolucionario. La siguiente vez que atacaran, no estarían tan indefensos.

Café Van Gogh (Les Miserables AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora