Don Juan

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Dorian estaba de mal humor. Otra vez. Porque había intentado tener un detalle bonito con Erni, y él se lo había tirado a la cara. Otra vez.

De acuerdo, puede que llevarle a traición al Teleférico no hubiera sido su idea más brillante. ¿Cómo iba a saber que tenía pánico a las alturas? Pero después habían tenido un maravilloso picnic en la Casa de Campo, y le había acompañado a buscar insectos. Es decir, si eso no es amor, nada lo es, ¿verdad?

Pero luego había intentado besarle, y a Erni poco le había faltado para apartarle de una bofetada y el discursito de siempre. "No quiero estropear nuestra amistad, no soy una más de tus conquistas, nuestros modos de ver una relación son completamente incompatibles, vas muy rápido para mí" blablablá. ¿Por qué Erni siempre tenía que hacerlo todo tan complicado?

Así que allí estaba, caminando por Sol solo entre la gente, arrastrando los pies como un perro abandonado. Ni siquiera le apetecía volver a casa y escuchar las tonterías de Mario, y eso que siempre conseguían sacarle al menos una carcajada.

Malhumorado como estaba, le costó mucho darse cuenta de que alguien le llamaba a lo lejos. Se dio la vuelta, aún gruñendo, pero el ceño fruncido se le cambió por una sonrisa cuando vio quién venía hacia él.

La trenza anaranjada le caía al hombro, atada con un gracioso lazo verde. Llevaba una camisa blanca, y sobre ella, una elegante americana azul marino. Al cuello se había atado un pañuelo azul que le daba un aire bohemio. Iba ridículamente elegante, como uno de esos poetas parisinos del siglo XIX. Le brillaban los ojos, y sonreía con esa timidez suya que tan adorable le parecía a Dorian.

-¡Dorian! Por fin, llevo llamándote un rato. ¿Qué haces aquí?

-Lo siento, mi pequeña flor -sonrió, tomándole la mano y depositando un beso en ella que hizo que Joan se sonrojara por completo. Ese sonrojo se llevó con él el disgusto de Dorian- . Ha sido un mal día. Por suerte, acaba de mejorar.

El sonrojo y la sonrisa tímida del poeta fueron todo lo que Dorian necesitaba para que su mal humor terminara de esfumarse.

-Oh -la cara de Joan mostró auténtica lástima- . ¿Qué ha pasado? ¿Es por las clases?

-No, ha sido... Una cita que ha salido mal -Joan intentó disimular su cara de pena, pero en vano. Una oleada de ternura recorrió a Dorian- ¿Y tú, a dónde vas?

-Al teatro -sonrió Joan, alegre de nuevo. Eso explicaba su elegancia bohemia- . Esto... -pareció debatirse consigo mismo durante varios segundos, y al final, le atravesó con esos ojitos de miel brillantes de ilusión- ¿Querrías venir conmigo? Se supone que iba a ir con Ángela, pero ha quedado con Mina en el último momento, y ahora tengo dos entradas y ningún acompañante...

Dorian no tuvo que pensárselo mucho. Es decir, era el teatro y sinceramente, estaba seguro de que iba a aburrirse, pero pasar la tarde en compañía de Joan haciendo algo que a él le gustaba era casi un regalo del cielo.

-Pues ahora ya lo tienes, pequeña flor -sonrió, y se enganchó de su brazo- . Y... ¿qué vamos a ver?

-Don Juan Tenorio -masculló Joan, sonrojado de pronto. Y Dorian no pudo más que estallar en carcajadas.

Le gustaba Joan. Era dulce, y sensible, y adorable, y escribía poemas sobre el infierno y la muerte y le gustaba pasear por cementerios y las películas de vampiros (sí, incluso Crepúsculo). Le gustaban las flores y las calaveras, lo dulce y lo macabro, aunque sería incapaz de hacer daño siquiera a una mosca. Era inocente y adorable de una forma muy distinta a la de cualquiera, era realmente especial, y la verdad, a Dorian lo traía loco desde el primer día.

Café Van Gogh (Les Miserables AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora