Despertar

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Despertó rodeado de un blanco demasiado intenso, aséptico, artificial.

Al principio, le costó identificar dónde estaba. Le dolía todo el cuerpo, y sus ojos seguían sin enfocar más que pequeñas lucecitas parpadeantes que apestaban a desinfectante. Intentó incorporarse, pero todos sus músculos se quejaron a la vez. Suspiró, y le dolió al respirar.

«Maricón de mierda»

El insulto le llegó a la mente como una corriente de agua helada, y le trajo el dolor de la mandíbula a flor de piel. Se estremeció.

«Cierra la puta boca, nenaza»

Y recordó. Recordó los golpes, la sangre salpicando el asfalto, la humillación. Y quiso levantarse de la cama de un salto.

Porque lo último que recordaba era a Dorian saltando al cuello del tipo que le había pegado, pero Dorian no estaba allí. Empezó a hiperventilar, y las ganas de llorar le cerraron la garganta. ¿Dónde estaba? ¿Qué le había pasado a Dorian?

-Eh, eh, tranquilo -una mano firme le acarició el brazo, y el miedo se le evaporó a su contacto- . Está bien, Johan. Todo está bien. Tranquilo.

Joan miró entonces a su izquierda, y comprobó que se equivocaba al pensar que, desde que estaba con Dorian, ya nada podría sorprenderle. Porque Erni estaba allí, sentado a su lado en una vieja butaca polvorienta, y tenía aspecto de no haber dormido en dos días. El pelo revuelto, la ropa arrugada, los ojos cansados, unas ojeras que le llegaban a los hombros, y las gafas, descansando en la repisa de la ventana. Nunca le había visto tan agotado, y eso que le había visto en temporadas de exámenes.

-¿Qué... qué haces tú aquí?

-Dorian me pidió que cuidara de ti.

-¿Dónde está Dorian? -que su novio no estuviera allí pero Erni sí no era ninguna buena señal, y el pánico se le aferró a Joan a la garganta. Sobre todo, porque hacía meses que Erni y Dorian apenas intercambiaban más que unas pocas palabras cordiales. Ni se hablaban, ni se tocaban, ni mucho menos quedaban desde que Erni le había dado calabazas a Dorian, y si lo hacían, no se miraban a los ojos y había un dolor en sus voces que ambos trataban de disimular. Que Erni estuviera allí pero Dorian no, que Erni estuviera allí porque Dorian se lo hubiera pedido, era señal de que algo muy grave le había pasado al abogado.

-Está en comisaría. No, no te preocupes -intentó calmarlo Erni cuando vio que empezaba a hiperventilar de nuevo- . No tiene nada que ver con la pelea, han pasado ya dos días desde eso. Pero nos hemos metido en problemas.

-¿Qué... qué problemas? -a Joan le dolía todo. Le pesaban los ojos, le costaba hablar, le costaba mantenerse consciente. Sólo quería dormir, y Erni pareció notarlo.

-Descansa. Seguiré aquí cuando despiertes, y te lo contaré todo. Pero ahora, descansa.

La siguiente vez que abrió los ojos, alguien roncaba sobre su pecho. El dolor de la mandíbula se le había aplacado un poco, lo suficiente como para dejarle incorporarse y vislumbrar una cabeza cubierta de rizos oscuros. Cuando sonrió, le dolieron todos los músculos de la cara, pero mereció la pena, porque el día que le viera y no sonriera estaría muerto.

-¿Cómo te encuentras? -preguntó de nuevo la voz suave y calmante de Erni. Estaba sentado en el alféizar de la ventana, con un libro en una mano y acariciando distraídamente con la otra el cabello de Dorian. Aquello tendría que haber desconcertado a Joan, pero estaba demasiado feliz por la presencia de su novio como para notarlo- ¿Algo mejor?

El leve movimiento que hizo Joan para intentar incorporarse fue suficiente para despertar a Dorian, que dormitaba en el viejo sillón con la cabeza sobre el pecho de Joan y sus manos entrelazadas con las de él. Aún le ardían las costillas, pero al menos fue capaz de sentarse contra la almohada.

Café Van Gogh (Les Miserables AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora