𝐁𝐋𝐀𝐂𝐊 #𝟏 [COMPLETA] ©

XVII

XVII: Alles von mir

Siendo las dos de la madrugada, el rey se había retirado a descansar. Se puede decir que fuera de lo que estaba por suceder, todo fué un rotundo éxito. Mis padres, mi hermana y la gran mayoría de los invitados ya se habían marchado. Fuegos arficiales fueron lanzados en conmemoración al Rey. La cena, los brindis, las palabras hacía éste, todo fué perfecto. Yo no había vuelto a cruzar palabra con el príncipe pues durante todas las fotos que se nos fueron tomadas, no soltó mi mano en ningún momento.

Gesto que se me hizo bastante agradable.

Al final de la noche, mis padres repararon en recalcar me lo que tenía que hacer. Cosa que por supuesto no llevaría a cabo.

Al menos no por la intervención de mis padres.

—Ser adulto es un asco. —murmura Harry bebiendo la tercer copa de vino que anteriormente se había servido.

—Ya lo sé. —concuerda Bárbara. —Obligaciones y más obligaciones.

—Ha si. —resoplo.

—Eris, eres la más jóven de nosotros ¿Cómo?...

—Aunque no lo creas Harry, mis padres siempre me trataron como una adulta. Desde los trece años. Su arma preferida es la manipulación. —tomo el restante de vino en mi copa de un sólo trago.

—¿Has intentado voltearles las jugadas? Es divertido. —comenta el príncipe lo más relajado del mundo.

—No, pero concuerdo que sería muy divertido. —entrecierra los ojos sin apartar un segundo éstos de los míos. Él no iba a intimidarme, no pensaba permitírselo por lo que ésto se ha convertido más en una guerra de miradas que por supuesto no estoy dispuesta a perder.

—Seguramente has hecho cosas malas para que ellos te manipulen.

—Tal vez, o tal vez no. No lo sé.

—Seguro que si.

—Ustedes me dan miedo. —finalmente es el príncipe quien corre la mirada hacía bárbara mientras yo me siento victoriosa y celebro para mis adentros.

Entonces un empleado pasa detrás de nosotros hablándole a otro y se nos es imposible dejar de oír.

—El rey pide su té, llévaselo. —el príncipe termina lo que sea que haya en su copa llamando a Dimitri. Éste inmediatamente asiente llendo detrás de aquel camarero.

Y la hora dorada había llegado.

Me limito a pensar en las palabras que mi madre dijo antes de irse. Pienso en que la muerte de nuestro rey está más cerca de lo que todos piensan y también pienso en aquel individuo que se encuentra frente a mi qué aunque sé que me está observando, me hago la loca y pretendo no darme cuenta de todas las veces en las que ha repasado mi cuerpo con la mirada.

No lo culpo, yo también lo he hecho.

Infinidad de veces lo he desnudado en mi mente, Dios. ¿Qué estás diciendo?

—Disculpen todos pero, me iré descansar. Nos vemos en unas horas. —entonces me despido y en el proceso me levanto reacomodando mi vestido. No necesitaba ponerme tan caliente con tan sólo un pensamiento.