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XXX: Dönmek.

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Me mantengo firme parado junto a la cama esperando las noticias del doctor. Así como lo deduje, Eris tenía demasiada fiebre. Tanto, que se encontraba consciente y sin embargo; sus ojos continuaban cerrados. Había decidido traerla a mi habitación.

—Está listo su majestad. —murmura el doctor a lo que la diosa de la discordia pone el antebrazo sobre sus ojos soltando un suspiro. —Sus heridas fueron graves pero la duquesa mejorará, es cuestión de descansar un par de días tomando los antibióticos que voy a recetarle. —Asiento mientras masajeo el puente de mi nariz. El doctor comienza a guardar sus cosas y una vez que termita de hacerlo; se despide, hace una reverencia y se marcha. Entonces noto lo tembloroso que está su cuerpo así que decidí recostarme levemente a su lado atrayendo su cuerpo al mío. Eris acepta haciendo que su mano izquierda descanse sobre mi pecho al igual que su mejilla y acaricio su hombro con mi mano libre.

Caríño, ¿Quién te hizo ésto? —sabía que se encontraba en un estado somnoliento por lo que tal vez, TAL VEZ, me diría de quién se trataba. —¿Quién se atrevió a hacerlo? —no responde, tan sólo frunce el entrecejo y se aferra a mi camisa. Es como si no quisiera hablar por alguna clase de miedo. No lo se. —Todo lo que te pido es que me des un nombre, no temas, tan sólo dime quién fué y te juro que le arrancaré el alma. —beso cortamente su frente.

Entonces un silencio se crea en la habitación, no uno incómodo, más bien es uno de esos silencios en los que piensas y piensas y tu cabeza da un vuelco sumiéndote en locos pensamientos y teorías hasta que una voz te saca de ellos. Así sucedió conmigo pero la diferencia de ello, es que claramente mi sangre hirvió al escucharla.

—Fué Neferet... —noté como una pequeña lágrima resbalaba por su mejilla así que de inmediato la limpié con mi pulgar. —En serio, no me mires... Mi rostro...

—Tu rostro es la joya más bella y fina que mis ojos hayan visto jamás, eres preciosa aún con golpes en él. Seguirás siendo la más hermosa para mí hasta el final de los tiempos. —y culmino aquello dejándo lo más delicado posible un corto beso sobre sus labios el cuál pasa a ser uno largo, lento, suave y profundo. No significaba que besarse así sería sinónimo para arrojarse a lo sexual siempre. Simplemente me dediqué a disfrutar la dulzura de sus labios.

Los sentía como mi hogar.

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No recordaba exactamente el momento en el que ámbos nos habíamos quedado dormidos. Tan sólo sentía pacífica respiración de Eris chocando con mi cuello. Los primeros rayos de sol se filtraban por la ventana anunciando que éste ya había salido. Me levanto con sumo cuidado de la cama tratando de no despertarla, entro directamente al baño y tomo una corta ducha. Me visto con un traje negro pero al parecer la corbata no apoya el momento. Ahora intento ponermela frente al espejo pero fallo y frustrado deshago el “nudo”.

—Despacio. —me sobre salto al escuchar la voz de Eris a mis espaldas. Ésta toma el control de mi corbata anudándola perfectamente bien. —Ya está.

—Gracias Duquesa. —sonrío.

—Todo un placer, su majestad. —imita mi acción para después pararse de puntillas y besar mis labios.

—¿Te sientes mejor?

—Sí, llevo prácticamente tres días en la cama y siento que necesito caminar un poco.

 𝐁𝐋𝐀𝐂𝐊  #𝟏  [COMPLETA] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora