XVIII

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XVIII: Wenn die Sonne aufgeht.

Hice un juramento ante Dios, ante mi madre y las personas que más me aman. En mi preparación para ascender a la corona, juré de rodillas ante el rey que me entregaría redención. Juré proteger a mi país durante mi reinado, juré serle fiel a mi corona, juré escuchar atentamente a los llamados que se me eran solicitados. Juré defender con mi alma a los que me rodean, juré saldar mis deudas sin necesidad de hacer rodar un par de cabezas mientras la situación no lo amerite. Y sobre todo, juré que si algún día llegaba a fallar como rey, como hijo, como amigo, como amante, como súbdito de mi emperador; entonces mi sangre se derramaría en un charco de vergüenza dejándo mi cuerpo sin vida mientras mi alma arde y se quema en el infierno.

Black.

Duchess.

Las ágiles manos del príncipe recorren mi anatomía entera después de haber retirado mi rojo vestido. No deja de besarme un segundo hasta que comienza a descender por mi cuello y clavícula hasta mis pechos e introducir uno de éstos a su boca haciéndome retorcer de manera inmediata. Separa mis piernas con delicadeza acariciando mi femineidad por encima de la tela de mis bragas logrando que de mis labios brote un leve gemido.
Toma el elástico de estás con sus dos manos recorriendo con su lengua mi abdomen bajo hasta quitarmelas y dejarme totalmente expuesta ante él.

Me congelé.

Me dió mucha vergüenza.

Y mi respiración se aceleró.

El príncipe se ha dado cuenta, por lo que regresa y captura una vez más mis labios ántes de sonreír.

—Tranquila, relájate y disfruta. —asiento sin más que decir.

Regresa a su posición anterior acariciando con sus dedos en tan sólo un roce mi tan aclamado paraíso y juré que allí mismo desfallecería.

Entonces gimo con fuerza cuando siento su lengua recorrer aquel lugar en una sensación inexplicable. Jamás había sentido tal cosa, nunca imaginé lo maravilloso que se sentiría aquello.

Dios santo.

Virgen purísima.

Por mi abuelo... y todos los angeles que están en el cielo.

Cierro los ojos apretando las sábanas con mis manos. Juego con su cabello mientras continúa en lo suyo y no puedo parar de jadear.

Pero se detiene.

¿Por qué se detuvo?

Se posiciona nuevamente entre mis piernas, busco sus labios tratando de quitarle en pantalón. El príncipe no pone resistencia y se dedica a besarme con ferocidad.
Éste se separa de mi para quitárselo por completo y en el proceso retira sus boxers dejando al descubierto una gran... gran erección.

Desde ya, supe que me dolería.

Ha sí.

Por un momento sólo se para sobre sus rodillas admirando mi cuerpo con devoción, como si la joya más brillante, perfecta y radiante se tratáse.

 𝐁𝐋𝐀𝐂𝐊  #𝟏  [COMPLETA] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora