XXXI

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XXXI: Tag-und Nacht.

Las semanas pasaron, mi recuperación fué bastante rápida a decir verdad. Neferet había sido enviada al viejo palacio hace algunas semanas. Recuerdo que ella pataleó, gritó y me maldijo unas cuantas veces más. Nada que no soportara pero ahora que no estaba, todo en el castillo era paz y armonía. Las marcas en mi rostro habían mejorado, podría decir que desaparecieron por completo y yo estaba bien con eso.

Hasta que por supuesto, no todo iba a ser perfecto siempre.

Me quedó bastante claro.

Había decidido irme a dormir, después de un día pesado. Bárbara y yo fuimos juntas a la fundación que la familia real había creado. Una para niños de escasos recursos y con enfermedades terminales. Había asistido por varios años junto a mis padres, ahora lo hacía por mi cuenta y me había encantado.

Pero entonces siento una fuerte opresión en el cuello. No podía respirar, alguien tenía sus manos apretando mi cuello. Gracias a la lámpara de luz cálida que se encontraba encendida en la mesita de moche pude verle el rostro y me petrifiqué por completo cuando ví el rojo rostro de Vincent.

¿Qué carajos hacía aquí?

Luché, en serio lo hice. Tratando que hacer que me soltara pero era en vano.

¿Por qué los hombres tenían tanta fuerza?

Clavé mis uñas en su piel pero nada parecía hacer efecto. Intentaba alcanzar su rostro, su cuello, no lo sé. Buscaba tomar algo de la mesita de noche para atacarlo pero tan sólo logré tirar cosas que se hayaban ahí. Agradecí que hicieran tanto ruido pues tal vez escucharían y sabrían que algo no andaba bien.

Sentía mis sienes palpitar y luchaba por obtener aire.

—Si no ibas a ser mía entonces tampoco lo serías de nadie mi amor. ¿Sabes? El golpe más fuerte es destruir lo más importante para tu oponente. Así ganas el juego con ventaja. Fué bastante complicado ingresar al castillo que en un principio debió ser mío pero al fin, lo logré. Y no me iré sin antes acabar con la primera y escencial pieza del Rey en su tablero. La reina. —¿Qué estaba mal conmigo?

Soy como un jodido para rayos para atraer problemas. —Los espié yo mismo, por micho tiempo. Cuando hablaban en su habitación, cuando te vestias cariño, admiré tu cuerpo cuando pensé que jamás lo haría. Y también, las veces que estuvieron juntos, cuando te tocaba, cuando gemías su nombre. No sabes como fantaseé con que gimieras así por mí. ¿Qué es lo que tiene él para que todos lo adoren? Que tenga lo mejor, siempre fué él. —Esto no podía ser.

Dios mío. —¿Sabes qué? No me digas corazón. Te juro que yo mismo te haré venir cómo nadie no ha hecho jamás, nisiquiera Niall. —comienza a besar mis labios.

Sólo sé que en algún momento voy a desmayarme, lo sé.

Entonces el llamado de esperanza se hace oír.

—¿Duquesa? ¿Está bien? —Dimitri, Dios santo. —con las pocas fuerzas que me quedan logro tirar más cosas de la mesita y entre ellas un jarrón.

¡HERMOSO JARRÓN!

Haciendo el ruido necesario como para que Dimitri comience a forcejear la puerta.

 𝐁𝐋𝐀𝐂𝐊  #𝟏  [COMPLETA] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora